Creo un curioso aparato-instrumento y que no le aporto demasiada fama: un detector de metales para el cuerpo humano. La idea surgió después de que le encargarán descubrir un método poco intrusivo para saber donde se alojaba la bala que había herido de gravedad en 1881 al presidente de los Estados Unidos (1831-1881) James A. Garfield. Pero al Presidente le sirvió de poco, si miráis las coincidencias de la fecha del atentado y cuando murió. La máquina funcionaba perfectamente, pero nadie cayó en la cuenta de que cuando le hicieron las pruebas estaba en su cama. Y las camas suelen ser metálicas y los colchones también. Como esto no funciono, decidieron hacerle una extracción por el método habitual de exploración quirúrgica y le crearon una infección generalizada, sepsis, que lo fulminó. Poco tiempo después, en 1887, fueron descubiertos los Rayos X y la máquina de Bell quedó obsoleta.
Pero como persona inquieta siguió dedicándose a alguna cosa en profundidad. En este caso se centro en las lanchas hidroplano y en 1919 cuando ya tenía 72 años estableció un récord de velocidad de 116 km/h Toda una proeza.
Hay que recordar que en 1878, el profesor de la Universidad de Oxford, Erasmus Wilson, quiso pronosticar que:
Hay que saber que aunque se utiliza de forma normal en cualquier hospital del mundo, hasta los mismos anestesiologos no tienen ni idea de como funciona esto, sobre todo porque se basa en la consciencia, un campo que todavía el hombre no domina. De hecho uno de cada entre 1.000/2.000 pacientes se despierta en la mesa del quirófano.
Un día de 1844, Horace Wells, un joven dentista estadounidense, decidió acudir a un circo ambulante que pasaba por Boston. Una parte del espectáculo se basaba en el óxido nitroso, el gas de la risa, y en todo lo que era capaz de provocar en los inocentes voluntarios. Algo inusual sucedió el preciso día en que Wells acudió: uno de los participantes tropezó mientras corría alocado y feliz por el escenario, y se hizo un profundo corte en la pierna. Fue entonces cuando ocurrió un hecho fundamental: lejos de detenerse o gritar, continuó corriendo y riendo poseído por el momento, como si nada hubiese pasado, como si el corte hubiese sido un sueño pasajero y de inmediato olvidado.