26/04/2024

Cuando la brujería era una acusación peligrosa

En la Edad Moderna, en sus primeros tiempos, desde el siglo XVI hasta el XVIII, la brujería era una categoría legítima, aunque bastante peligrosa, que servía para explicar la realidad. La brujería sigue siendo a día de hoy un incómodo lastre para nuestra cultura. Las historias de brujas revelan en general más datos sobre la época que describe el historiador que sobre la propia brujería. La brujería se cruzaba, se superponía o abarcaba otras cuestiones sociales importantes, sobre todo de género, clase, desigualdad y religión.

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La brujería no es un conjunto de prácticas definidas como una representación del antagonismoIncompatibilidad, oposición o rivalidad entre personas, opiniones o ideas., del empeño de frustrar las intenciones de la maquinaria del poder, tanto si es de la Iglesia como del rey o del grupo cultural dominante. Las brujas pervierten las cualidades femeninas ya que se dedican a amamantar a genios malignos y a la cópula con diablos, subvierten la autoridad eclesiástica perturbando los ritos cristianos y minando la jerarquía de clases reivindicando para ella un poder que no le pertenece.

Las brujas eran los chivos expiatorios, en sentido literal y figurado, de las comunidades en un período de notables presiones económicas, políticas y religiosas. La figura de la bruja, la necesidad de sacarla a la luz pública, servía como acto de unión en unas comunidades frágiles, que se caracterizaban por el continuo trasiego de personas que iban y venían que, además, vivían en territorios inseguros y que al ser de nueva creación, gozaban o sufrían de una incertidumbre, según les conviniera el caso, en cuanto a derechos y leyes. Lo que reforzaba la bruja no era el simple hecho de desenmascarar al mal, además, mostraba a los perseguidores como los buenos de la historia. Dejaba ver lo que no son y lo que no se ajusta al patrón social normalizado.

Todo el ajuar completo para poder realizar un hechizo, en el caso de que sepas, claro

La caza de brujas no era una enfermedad. No era superstición. Con la persecución de la brujería se permitió consolidar el poder e imponer las normas religiosas y sociales de un grupo de personas con una posición social acomodada y a un nivel superior, sobre todo moral.

LA BRUJERÍA ES UN ARTE MALIGNO, QUE SE SIRVE DE LA AYUDA DEL DIABLO PARA OBRAR PRODIGIOS EN LA MEDIDA EN QUE DIOS EN JUSTICIA LO PERMITE
JOAN WRIGHT, VIRGINIA, 1626
Considerada la primera pobladora inglesa acusada de brujería de la que tenemos constancia. Debido a su participación en un parto complicado, Wright fue acusada, pero no condenada tal y como imaginamos, por profetizar la muerte de varios colonos, cosa nada difícil sabiendo que la tasa de mortalidad de la época y en las colonias inglesas en América del Norte eran muy elevadas. Y también por amenazar a una criada con obligarla a bailar «completamente desnuda». No se la acusa de tener trato con el Diablo y por lo visto, la gente acudía a ella en busca de consejos para conseguir dinero y amor. Al final fue declarada culpable por el tribunal, aunque solo se le impuso una multa de 100 libras de tabaco.
MARGARET JONES, MASSACHUSSETS, 1648
Estas fueron las pruebas contra ella:
  • Que resulto tener habilidades malignas, pues que muchas personas (hombres, mujeres y niños) a los que acariciaba o tocaba (ya fuera con afecto o disgusto) quedaban poseídas de sordera, vómitos y otras más dolencias y enfermedades violentas.
  • Que practicaba las artes curativas y eran sus remedios cosas inofensivas (de acuerdo con su propia confesión) tales como anisados, licores, etcétera, y no obstante tenían efectos de una violencia extraordinaria.
  • Que acostumbraba a decir a quienes no podían beneficiarse de sus remedios que nunca sanarían (hoy en día te dicen que si no vas al médico no sanarás, y no te llevan a la hoguera), y de esta suerte sus enfermedades y dolencias persistían y presentaban recaídas contrarias al curso natural que escapan al alcance de cualesquiera médicos y cirujanos.
  • Algunas cosas que predijo ocurrieron conforme a sus predicciones; también podía decir otras cosas (tales como sortilegios secretos, etc.) de las que no sabía explicar por medios ordinarios cómo habían llegado a su conocimiento.
  • Tenía en sus partes íntimas (en el momento de ser registrada) un pecho lozano, con apariencia de haber amamantado en recientes instantes, mientras que, a un segundo registro, el mismo pecho se presentaba ajado y el otro empezaba a ajarse.
  • En prisión, a plena luz del día, se vio en brazos de esta rea (estando ella sentada en el suelo y con la ropa levantada, etcétera) a un niño que huyó a refugiarse en otra estancia y, al seguirlo un agente, dicho niño había desaparecido. El mismo niño fue visto en otros dos lugares con los cuales la acusada tenía alguna relación, y una muchacha que lo vio cayó enfermo por esta causa y fue curada por la dicha Margaret, quien recurrió para ello a los medios consabidos. En el momento del juicio, se apreció en esta rea una conducta desaforada, pues mintió de manera flagrante y discutió con el jurado y los testigos, etcétera, y en el mismo estado de alteración murió. En el día de su ejecución y a la misma hora, cayó sobre Connecticut una violenta tormenta que derribó numerosos árboles, etcétera.
LA PRUEBA DE FLOTACIÓN
Hubo quienes quisieron comprobar si era cierta la leyenda de que las brujas no se hundían en el agua, y tomaron para ello a un hombre y a una mujer que aparecían nombrados en el discurso con acento holandés de Ann Cole, los ataron de pies y manos y de este modo los arrojaron al agua, y dicen que flotaron como una boya, en parte por debajo, en parte por encima del agua. Un observador imaginó que cualquier persona atada en esa postura podría flotar de la misma manera, así que se ofreció para someterse a la prueba; sucedió, sin embargo, que al ser depositado en el agua con suma delicadeza se hundió en el acto. No tenía la prueba valor legal en contra de las personas sospechosas y no fueron procesadas por ello. Empero, ante la duda de que una soga pudiera ahogarlos, puesto que el agua no lo conseguía, se dieron razonablemente a la fuga y nunca más se los ha visto por esta parte del mundo desde entonces. Si este experimento fue válido, o más bien supersticioso y mágico, es asunto que indagaremos.

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