─«Señora vaquita, señora vaquita, por favor protéjame del gavilán».
La vaca muy amable cago encima del pollito con la intención de esconderlo del ave de rapiña.
Cuando el pollito se vio nadando en mierda, saco la cabeza de la misma en busca de luz, al asomarse afuera lo vio el gavilán quien inmediatamente lo saco de la caca y se lo comió.
Durante la cena la madre no pudo por menos que reparar en lo hermosa que era Lourdes, la compañera de apartamento de su hijo. Tenía sospechas de que Juan tenía una relación con Lourdes.
En el transcurso de la velada, mientras veía el modo en que los dos se comportaban, se preguntó si estarían acostándose.
Leyendo a su madre el pensamiento, Juan le dijo:
─Mama sé lo que estás pensando, pero te aseguro que Lourdes y yo sólo somos compañeros de piso.
Aproximadamente una semana después, Lourdes le comentó a Juan que desde el día en que su madre vino a cenar, no encontraba el cucharón grande de plata para servir la sopa.
Juan le dijo que dudaba que se lo hubiese llevado pero que le escribiría una carta.
─Querida mamá: no estoy diciendo que tú cogieras el cucharón de plata de servir sopa, pero el hecho es que ha desaparecido desde que tu viniste a cenar a casa.
Unos días mas tarde, Juan recibió una carta de su madre que decía:
─Querido hijo: no estoy diciendo que te acuestes con Lourdes, pero el hecho es, que si Lourdes se acostara en su propia cama, ya habría encontrado el cucharón de plata para servir sopa. Con todo cariño, mamá.
Años después, un guardia retirado reconoce paseando por la calle a ese hombre que tanto tiempo pasó por la frontera. Le saluda amablemente y le dice:
-Los dos sabemos que pasaba usted contrabando, ¿qué era? Dígamelo, por favor.
-Burros─ responde con tranquilidad.
– Aquí no se puede pescar, señora. Voy a tener que detenerla.
– Pero, señor – se queja la mujer─ si no estoy pescando.
El policía insiste:
– Señora, lleva usted todo el equipo necesario para la pesca. Debo arrestarla.
La mujer dice:
– Si lo hace, voy a tener que denunciarle por violación.
– Pero, ¡si no la he tocado!
– Ya ─dice ella─. Pero tiene usted todo el equipo necesario para hacerlo.
El cocodrilo abre grande la boca y el hombre le pone su miembro adentro.
Mira al público y dice:
– ¿Hay alguien que se anime a hacer lo mismo?
Se levanta una abuelita y dice:
– Yo me animo pero no sé si voy a poder abrir la boca tan grande.