Lucas 2:1-2 señala algunos otros hechos para considerar:
Sabemos que César Augusto reinó desde el año 27 a.C. hasta el año 14 d.C. Publio Sulpicio Quirinio gobernó Siria durante este mismo período de tiempo, con registros de un censo que incluía Judea aproximadamente en el año 6 a.C. Algunos estudiosos debaten si este es el censo mencionado por Lucas, aunque sí parece ser el mismo evento. Sobre la base de estos detalles históricos, el momento más probable del nacimiento de Jesús en Belén es en los años 6 – 5 a.C.
Lucas menciona otro detalle acerca de nuestra línea de tiempo: «Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años» (Lucas 3:23). Jesús empezó su ministerio durante el tiempo en que Juan el Bautista ministró en el desierto, y el ministerio de Juan comenzó
El único período de tiempo que se adapta a todos estos hechos es en los años 27 – 29 d.C. Si Jesús tenía «unos treinta años de edad» como en el año 27 d.C, entonces dentro de la cronología, encajaría un nacimiento en algún momento entre el año 6 y 4 a.C. Más específicamente, Jesús habría tenido aproximadamente unos 32 años de edad en el momento en que comenzó su ministerio (aún «era como de treinta años»).
En 1986, el papa Juan Pablo II proclamó a San Francisco de Asís, Patrón Universal del Belenismo, y tomándonos esto un poco en broma, se creó el primer PUB no erótico-festivo de la historia.
«Se habla solo de unos “magos”. No se precisan sus nombres ni que fuesen reyes ni tan siquiera que fuesen tres», explica Javier Docampo, director del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros de la BNE. En el Evangelio se cuenta que unos magos llegan de Oriente a Jerusalén buscando al rey de los judíos, cuyo nacimiento les ha sido revelado por una estrella. Herodes el Grande, gobernante de Palestina, les convoca a su palacio, les interroga y les hace prometer que regresarán cuando hayan encontrado al Niño para que él también vaya a adorarlo. Después, llegan hasta el lugar donde se para la estrella y descubren al Niño con María y se postran ante él para ofrecerle oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de no volver ante Herodes, toman tierra por otro camino.
Más tarde, a lo largo de la Edad Media se fue configurando la leyenda que conocemos hoy en día: fueron dignificados como «reyes», se estableció que eran tres ─por las tres ofrendas que cita el Evangelio (oro, incienso y mirra) y porque se prestaba mejor al simbolismo trinitario─ y se les «bautizó» como Melchor, Gaspar y Baltasar. Su culto se extendió por toda Europa. Una de las piezas más excepcionales es el llamado «Auto de los Reyes Magos» (siglo XII), obra fundamental en la historia de la literatura española por ser el texto teatral más antiguo conservado en lengua castellana. En la obra aparecen Melchor, Gaspar y Baltasar, pero que no son definidos como «reyes» sino como «esteleros», es decir, astrólogos, tal y como afirma Docampo.
No obstante, la escena más común en la iconografía cristiana será siempre la «Epifanía o Adoración de los Reyes Magos». En los libros de horas del siglo XV es muy común, sobre todo para ilustrar la hora de Sexta dentro de la secuencia de Horas de la Virgen. La BNE cobija numerosos ejemplos en libros de horas flamencos y franceses. También existen en la Biblioteca Nacional evangeliarios italianos del siglo XII o franceses del siglo XVI en los que se observa esta frecuente representación.
Si alguno está muy interesado en el tema de los Reyes Magos os dejo la transcripción de la obra «Auto de los Reyes Magos». Advertidos quedáis de que está escrito en castellano antiguo o medieval, con lo que la imaginación juega un papel muy interesante a no ser que seas filólogo hispanista o un avezado lector de textos medievales.

Es sabido que su uso como árbol navideño es una continuación del que tuvo originariamente entre los germanos el roble, árbol que para ellos también era sagrado y en torno al cual se celebraban ritos.
Una coincidencia extraordinaria unió los destinos y significados de ambos árboles: cuando en el siglo VIII, san Bonifacio, que predicó el cristianismo a aquellos pueblos taló un roble, éste al caer aplastó muchos arbustos, y al haberse salvado un pequeño abeto el santo dijo: «He ahí el árbol del Señor; llamadlo desde ahora árbol del Niño Jesús» (Ecce arbor Domini; vocate illum abies Yhesu).
Al principio de la existencia del árbol de Navidad, se colgaban de sus ramas rosas de papel, dulces, pan de oro, manzanas y golosinas de azúcar. En un texto del XVII que aún hoy se conserva, escrito por un clérigo alemán llamado Dannhauer, se puede leer: «Por estos días se dispone en las casas de familias cristianas unos árboles donde se fijan objetos que lucen y juguetillos que atraen y gustan a los niños, que sabiéndolo se avalanzan sobre ellos el día de Navidad».

El bastón de caramelo que se cuelga en algunos países en el árbol de navidad es un dulce hecho de caramelo duro con forma de un bastón. Tradicionalmente es de color blanco con barras rojas, saborizado con menta piperita o canela. También puede tener otros sabores, y sus barras pueden ser de distintos colores y grosores. Es un caramelo típico de Navidad, pero es posible encontrarlo en las tiendas durante todo el año. Siendo un tipo de caramelo de origen antiguo, no existe documentación sobre su origen, solo teorías. Una de ellas cuenta que originalmente se trataba de una barra recta de caramelo de color blanco, elaborada por religiosos franceses en el siglo XV. La forma de bastón se la habría dado un maestro de coro de la Catedral de Colonia, quien en 1670, le dio forma de bastón para simbolizar el báculo de un pastor, y luego repartía los caramelos entre los niños que asistían a la misa. Otra teoría dice que la forma de bastón se la dio la gente de Alemania, para adornar el árbol de Navidad, en forma funcional. También es teoría que las barras de colores aparecieron a comienzos del siglo XX, según aparece documentado en las tarjetas navideñas; anteriormente los caramelos eran solo blancos.
Algunos se preguntan cuándo se debe quitar el árbol de Navidad. Después del 6 de enero se puede retirar el árbol de Navidad, aunque también hay personas que lo dejan hasta el 2 de febrero, Día de la Candelaria.

Hoy en día se acostumbra a poner una estrella en el extremo del pino, simbolizando la fe y la luz que buscamos, y una serie de adornos y figuras de lo más variado repartidos por las ramas. Todos ellos representan nuestras buenas acciones, sacrificios y deseos. En cada país o región se utilizan diferentes objetos, pero siempre tienen detrás un componente mágico o supersticioso.
Respecto a las bolas, los celtas decoraban su roble con piedras o con manzanas (símbolo de eterna juventud y vida), costumbre que ha derivado en nuestras famosas bolas de Navidad. Según la tradición, las bolas azules significan arrepentimiento, las plateadas agradecimiento, las doradas alabanza y las rojas, una petición o deseo.
Las bolas de cristal tienen su origen en Bohemia (Alemania) hace más de 200 años. Los «sopladores de vidrio» competían por hacer la bola más grande y en este proceso descartaban las que no les valían. Algunas mujeres las rescataban y adornaban con ellas las puertas de las casas con el fin de ahuyentar el mal de ojo. Las llamaban «bola espiritual» y creían que el mal de ojo se veía reflejado en ellas cuando intentaba entrar en las casas y se daba la vuelta. Para otras personas, los adornos de cristal simbolizan la fragilidad del hombre, y colgándolos del árbol expresamos un deseo de protección, guía y amor.
Los adornos con campanas se utilizan desde tiempo inmemorial, y en numerosas culturas, para mover las energías, alejar a los malos espíritus y llamar a los buenos (como los ángeles). Conviene poner campanillas en el árbol, en las ventanas, en la puerta de entrada a la casa o en cualquier lugar donde se muevan frecuentemente. La tradición cristiana cuenta que las campanas sonaron al nacer Jesús y, por eso, todavía hoy se hace sonar una campana para darle la bienvenida el día de Navidad.
Lo último en aparecer debido a su componente tecnológico son las luces del árbol. Son símbolo de vida, de la luz solar y del fuego que quema todo lo viejo y purifica. En su origen pagano eran velas que se colocaban en las ventanas de la casa o como adorno en los árboles, en una especie de ofrenda al sol para que no se dejase vencer por la temida oscuridad del invierno. La llegada de la luz eléctrica supuso una revolución también para el árbol de Navidad. Ponerle bombillas fue una idea del ayudante de Thomas Edison, tres años después de que el inventor hiciera la primera demostración pública de las luces eléctricas en 1879.
La corona de adviento se usa en muchas culturas; se hace con cuatro velas, tres del mismo color, que se irán encendiendo los tres primeros domingos de Adviento, y una cuarta de diferente color para el cuarto domingo. Este año las fechas serán: 1, 8, 15 y 22 de diciembre.
Hay países en los que se decora la Navidad con cáscaras de huevo (pues es símbolo de vida), galletas de sal que sirven para limpiar las malas energías (haciendo una pasta con sal, harina y agua a partes iguales), nueces (símbolo de salud) o, como en Alemania, con peces (símbolo de la Cristiandad y la abundancia de dones espirituales). También se utilizan champiñones de madera, cristal o metal que representan la abundancia de la naturaleza (dos juntos traen buena suerte).
El muérdago es una planta considerada mágica desde la antiguedad y muy utilizada apara alejar los malos espíritus. Para las culturas paganas, el muérdago tenía un importante papel, especialmente en la cultura druídica celta y en la escandinava. Creían que era la planta curativa por excelencia y que proporcionaba vida, suerte, fertilidad y protección frente a la brujería. Se colocaba originalmente encima de la puerta. En los países anglosajones existe la tradición de darse un beso debajo del muérdago. Antiguamente, los escandinavos creían que si los enemigos se encontraban bajo el muérdago se perdonarían, y según una leyenda, los soldados enemigos, en la época romana, tiraban sus armas y se abrazaban cuando se encontraban bajo esta planta.
El pastel de Navidad se elabora en los países anglosajones para Nochebuena y en él se inserta una moneda de plata, un dedal y un anillo. La moneda trae suerte al que la encuentre (más en lo económico), el dedal trae prosperidad y el anillo es signo de una nueva relación o de una boda. En Suecia y Dinamarca se prepara un pastel o pan de Navidad con forma de cerdo, del que se guarda un trozo para mezclar en primavera con la simiente.
Zapatos nuevos ↔ Se dice que estrenar calzado el día de Navidad trae mala suerte y en Grecia muchos queman sus zapatos viejos durante estos días para no tener mala suerte durante el año entrante.
Comer pastel ↔ Una superstición anglosajona dice que comer pastel de Navidad evita perder a un amigo ese año.
Mantener los adornos ↔ Dejar la decoración Navideña puesta después del día de Reyes trae mala suerte o, al menos, estanca las energías. Ese día debe marcar una renovación similar a la de Año Nuevo y cambio.
Prestar en Año Nuevo ↔ No debe hacerse ni con la cosa más pequeña porque trae mala suerte. Es comenzar el año con cuentas pendientes. En este sentido, conviene saldar todas la deudas antes de Año Nuevo, porque si se acaba un año endeudado se continuará así el siguiente.
El turrón ↔ Se cree que partir el turrón en la mesa trae mala suerte. Para evitar el mal fario, mejor traerlo ya partido.
Quedarse en la cama ↔ Trae mala suerte que alguien se quede en la cama el día de Reyes mientras los niños abren los regalos. Es como no estar interesado en los posibles bienes o dones que nos depara la vida en el futuro.
Un cascanueces ↔ Se regalaba durante los siglos XVI y XVII en Suiza, Francia, Alemania e Inglaterra, porque se creía que traían buena suerte y protegían frente a los espíritus malignos.