La práctica médica es sólo eso, «práctica» médica. Los médicos asisten a la universidad para aprender nuevas técnicas y procedimientos, pero cuando todo está dicho y aprendido, siguen practicando la medicina. A veces lo hacen bien y a veces se equivocan, pero con las nuevas tecnologías que se actualizan constantemente, hay esperanza para un futuro prometedor.
Sin embargo, en otros países desarrollados no se reconoció como un problema, aunque en el decenio de 1970, según las encuestas sobre la cojera, estaba muy extendida. Tras la publicación de los resultados de estas encuestas, las inmunizaciones rutinarias se extendieron por todo el mundo. La Iniciativa Mundial para la Erradicación de la Poliomielitis comenzó en 1988, que fue un intento de erradicar totalmente la poliomielitis para conseguir un mundo sin la enfermedad. En 1916, hubo una epidemia que comenzó en la ciudad de Nueva York. Fue tan devastadora y la tasa de mortalidad fue tan alta que con sólo cuatro hospitales tuvieron que tratar 9000 casos, y en ese momento, los laboratorios no estaban tan preparados, no estaban tan desarrollados para esta enfermedad. Cuando los niños comenzaron a llegar al hospital, el virus ya se había propagado a sus neuronas motoras, lo que significaba que el daño ya había comenzado. Ahora la incidencia global de los casos de polio ha disminuido en un 99%.

Se cree que, en épocas anteriores, los hombres de las tribus se cortaban el pelo acudiendo a los curanderos y los sacerdotes, y algunos incluso creían que los espíritus podían entrar en su cuerpo a través del pelo. Los egipcios eran tan supersticiosos que no sólo se afeitaban la cara sino también las partes íntimas como se puede comprobar en las representaciones de sus papiros y esculturas y, además, lo hacían con cierta frecuencia, cada pocos días.

A principios del siglo XX, un médico sin titulación se convirtió en uno de los médicos más ricos de América, afirmando que podía curar la impotencia y los problemas sexuales sobrevenidos. Su método consistía en implantar testículos de cabra en el paciente, lo que, desafortunadamente, hizo que muchos pacientes murieran.
En el siglo XVII, ante la falta de instrumental para las operaciones que estuvieran debidamente esterilizadas, los médicos cortaban el tejido que impedía que salieran los dientes de los bebés con un bisturí poco o nada higiénico, para facilitar que salieran los definitivos. La herida, en la mayoría de los casos se infectaba, lo que causaba la muerte de los pequeños.
En el siglo II, los romanos creían, de forma errónea, que la sangre de los gladiadores que morían podía curar la epilepsia. Los boticarios romanos mantenían una reserva de polvo de momias que provenía de momias robadas de Egipto por sus efectos supuestamente sanadores.

En las decadas que van de 1930 a 1950, se realizaron lobotomías, principalmente en mujeres, para tratar enfermedades mentales. La operación consistía en cortar la mayoría de las conexiones hacia y desde la parte frontal del cerebro. Al principio, era considerado un procedimiento de emergencia que se utilizaba solo para casos extremos. Después de la pasar por la brutal cirugía, los pacientes experimentaban confusión e incontinencia, así como problemas mentales permanentes, entre otros efectos secundarios que seguían siendo fatales. Por si eso no era suficiente, un alto número de pacientes se suicidaban. Curiosamente, el hombre que inventó este procedimiento en 1949 ganó el Premio Nobel de Medicina. El doctor portugues António Egas Moniz, que así se llamaba el susodicho, fue reconocido por «por su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en determinadas psicosis». En 1938 (cuando contaba 63 años de edad), un paciente psiquiátrico al que atendía le disparó ocho tiros, dejándolo paralítico el resto de su vida. El paciente adujo vagamente que el doctor no le estaba dando los medicamentos adecuados para su enfermedad.

Otro extraño brebaje del siglo XIX al que llamó Vin Mariani. Aprobado por 8.000 médicos (según anuncios populares), era una bebida que contenía vino de Burdeos y extractos de hoja de coca que se consideraba un vino curativo no sólo para adultos sino también para niños. Fue creada en 1863 por un químico italiano Angelo Mariani (inspirado por el «elixir de coca Lorini» creado en 1860), quien la promovía atribuyéndole una gran cantidad de propiedades terapéuticas. La bebida gozó de gran popularidad entre artistas e intelectuales europeos de la época. Algunos afirman que los papas Pío X y León XIII fueron especialmente entusiastas del tónico.