19/03/2024

La Segunda República. El mito de «la niña bonita» y su contra-mito, «un régimen de terror»

El régimen político republicano fue bautizado como «la niña bonita» por sus partidarios más esperanzados. Cuando los anti republicanos más firmes dicen que la República no solo fracaso sino que incluso llego a ser «régimen de terror» parece obviarse la evidencia de que fue hecha fracasar, y de que el terror desencadenado en su territorio era ya ajeno al espíritu y al alma misma de la República. A la «niña bonita» no solo no se la dejo gozar de su propia infancia sino que se pusieron todos los medios para que no alcanzara tan siquiera la pubertad. Fue sujeto pasivo de su fracaso no activo.

La enseñanza de nuestro pasado histórico no fue una cuestión sobre la que los protagonistas de la transición pusieran especial énfasis. Más bien no pusieron ninguno. Resulta esclarecedor que ha habido que esperar 30 años de democracia para que se implantara en el sistema educativo español una asignatura como Educación para la ciudadanía, asignatura que se imparte prácticamente en la totalidad de los países de la Unión Europea. Y más significativo aún que suscite en determinados sectores semejante rechazo pensando que se trata de adoctrinar desde el poder, alienar a los estudiantes y privar a los padres de al parecer el sagrado derecho de adoctrinarlos ellos en el régimen de monopolio. Tal pretensión es imposible en un sistema democrático como el español actual pero que si fue posible hacerlo en el régimen anterior del general Franco mediante una asignatura cuya denominación no puede ser más explicita y expresivo, Formación del Espíritu Nacional, que se encargaban de impartir los diplomados de la Escuela de Mandos de José Antonio Primo de Rivera, funcionario al servicio del partido único de la dictadura: Falange Española Tradicionalista y de las JONS o Movimiento Nacional. Entonces no había margen para protesta alguna.

La República no fracaso sino que hubo una verdadera conspiración para hacerla fracasar y además necesito de una guerra de tres años para poder consumar plenamente semejante tarea. La idea, el concepto, los valores que contiene el régimen político republicano fueron bravamente defendidos por una importantísima porción del pueblo español. Incluso vinieron jóvenes y menos jóvenes, idealistas y románticos de todo el mundo a defender la Segunda República española dispuestos a morir por ella con un entusiasmo verdaderamente conmovedor, pues defenderla era y significaba entonces defender la libertad y la democracia seriamente amenazada por los regímenes fascistas que iban progresivamente sometiendo a las democracias europeas.

No puede sorprender que la Segunda República haya sido y sea un referente para la izquierda democrática y que buena parte de ella haya procedido a su mitificación, pero resulta mucho más sorprendente que la derecha democrática que tanto revindica el liberalismo y la democracia, hasta el punto de incluso llegar a considerarse sus más distinguidos representantes, sea tan resistente a aceptar sus propios valores por más que los que encarna la Constitución de 1978 no sean otros que aquellos.

El inmediato antecedente de nuestra actual democracia no es otro que esa demonizada Segunda República (1931-1936) que tratan todos por todos los medios de borrar de la memoria. Como ejemplo leamos lo que pontificaPontificar1. intr. Celebrar funciones litúrgicas con rito pontifical. → 2. intr. Presentar como innegables dogmas o principios sujetos a examen. → 3. intr. Exponer opiniones con tono dogmático y suficiencia. Alfonso Ussía:

La gran incitadora de la Guerra Civil fue la República, que no aceptó resultados democráticos, que asesino desde el poder, que permitió la escisión de España, que devasto los derechos de los ciudadanos y estableció un régimen de terror en los últimos años. Después vino lo que vino.

Así se simplifica, tergiversa y manipula la historia de España desde instancias que supuestamente encarnaría el más noble de los patriotismos.

Desde el punto de los historiadores hay un consenso bastante generalizado sobre los valores fundamentales encarnados por el muevo régimen y que de hecho plasmo en el propio texto constitucional. Potenció la educación y la cultura como nunca se había hecho antes en la historia de España, preocupándose de elevar el sueldo de los maestros y dignificar su trabajo, y esforzándose por extender la lectura, el teatro y el cine a las clases populares. Estableció un Estado de derecho que renunciaba a la guerra como instrumento político nacional. Garantizó los derechos individuales de las personas e introdujo novedosamente los derechos sociales que habrían de proteger a las clases más desfavorecidas. Concedió la igualdad política a las mujeres que pudieron votar por primera vez en nuestra historia. Se preocupo igualmente por garantizar la constitucionalidad de las leyes y afrontó el problema de las demandas autonómicas de las nacionalidades históricas. Acometió la necesaria reforma de las fuerzas armadas con decisión y separó la Iglesia del Estado.

Naturalmente en su nombre se tomaron decisiones no siempre acertadas ni en su fondo ni en su forma, pero tales torpezas fueron extensibles a todas las fuerzas políticas cada una de las cuales tuvo su parte de responsabilidad (mayor o menor) en su destrucción. La constitucionalización del tema religioso discriminando ciertas ordenes y congregaciones se creó la enemiga de importantes sectores del país mediatizados por la Iglesia católica. A pesar de los esfuerzos educativos, el nivel de socialización política era muy escaso y fueron más los que vieron en la República un instrumento para sus fines que un conjunto de reglas aceptables a todos. Los partidos republicanos eran pocos y con apoyos sociales débiles.

Evidentemente se produjeron muchos desmanes en zona republicana. Hubo persecución ideológica, política, social, religiosa que se cebó muchas veces indiscriminadamente con aquellos sectores sociales y personas determinados grupos, organizaciones, sindicatos y partidos que sostenían al Frente popular consideraron enemigos encubiertos de la República. Pero, ¿fue la República la responsable de tales actos?

Se ignora o se quiere ignorar la evidencia de que el régimen republicano fue asaltado por esa violencia, y que fue esa violencia la que propició el hundimiento de las instituciones republicanas, la que desencadeno la violencia y el descontrol que que puso contra las cuerdas a la propia República. Tales persecuciones y desmanes fueron la consecuencia de la sublevación misma del 18 de julio de 1936 y de su propio fracaso parcial. La Segunda República, según los revisionista como Pio Moa, consideran que fracasó porque los propios republicanos se sublevaron contra ellos demostrando que no aceptaban las reglas del juego democrático cuando gobernaban las derechas.

Hubo evidentemente comportamientos políticamente irresponsables a derecha e izquierda del espectro político. La cultura política en España de 1931 era prácticamente inexistente. La República llevaría así en su seno el estigma de su propia destrucción y por tanto el germen de la Guerra Civil desde el mismo momento de su proclamación el 14 de abril de 1931. Según este falso revisionismo la fiesta popular de la proclamación fue en realidad un golpe de Estado y, por son siguiente, parte su andadura de una ilegitimidad de origen (exactamente la misma tesis de la propaganda franquista), que va sembrando odios y enfrentamientos, pero la guerra misma empezó de hecho algo después, en octubre de 1934 en Asturias y Cataluña con la insurrección de los revolucionarios y los nacionalistas catalanes, que desafiado al Estado rompieron las reglas democráticas, imposibilitaron la convivencia pacífica e iniciaron la Guerra Civil.

Los mal llevados revisionistas distorsionan la realidad histórica de 1934 para dotarse de legitimidad retrospectiva y poder así justificar su golpe de 1936. Solo que el de 1934 no derivó en Guerra Civil ni provocó centenares de miles de muertos, y el de 1936 si. En 1934 las fuerzas de Orden Público y el Ejército respondieron unitariamente y aplastaron el golpe sin contemplaciones. En 1936 no respondieron unitariamente, el golpe las decidió y la contumaciaContumaciaDel lat. contumacia. → 1. f. Tenacidad y dureza en mantener un error. de los rebeldes (hubo manifiesta voluntad de negociación y transacción gubernamental que fue radicalmente rechazada por los rebeldes) despejo el camino hacía la guerra que, como incontestablemente dijo Azaña, si la República hacía la guerra es porque se le hacían. La República se defendía de una agresión y toso Estado que se precie tiene la obligación y el deber de oponerse a sus asaltantes y defender su propia legitimidad. Esto no es un mito sino una realidad histórica difícilmente cuestionable.

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