Historias para ayudar a pensar o ver con claridad
Pensar rápido
El hombre fue llevado a juicio ya sabiendo que tendría escasas o nulas posibilidades de escapar a la horca. El juez, también implicado en la infamia, cuidó no obstante, de dar todo el aspecto de un juicio justo. Siguiendo una práctica de entonces, dijo al acusado:
─Conociendo tu fama de hombre justo y devoto de Dios, vamos a dejar en manos de Él tu destino: vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable e inocente. Tú escogerás y será la mano de Dios la que decida tu destino.
Por supuesto, el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: CULPABLE.
La pobre víctima se daba cuenta de que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria. El juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Éste respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados y, cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo engulló rápidamente.
Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente…
─Pero ¡¿qué hizo…?! ¡Y ¿ahora…? ¿Cómo vamos a saber el veredicto…?!
─Es muy sencillo─ respondió el hombre,
─Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué.
Y no les quedó más remedio que liberar al acusado.
El jugador increíble
El joven era el más bajo de la clase cuando comenzó la secundaria e insistía en participar en el equipo de fútbol del colegio; su padre siempre le daba orientación y le explicaba claramente que “él no tenía que jugar fútbol si no lo deseaba en realidad”… pero el joven amaba el fútbol, ¡no faltaba a una práctica ni a un juego!, estaba decidido en dar lo mejor de sí, ¡se sentía felizmente comprometido!
Durante su vida en secundaria lo recordaron como el “calentador del banquillo”, debido a que siempre permanecía sentado… su padre con su espíritu de luchador, siempre estaba en las gradas, dándole compañía, palabras de aliento y el mejor apoyo que hijo alguno podría esperar.
Cuando comenzó la Universidad, intentó entrar al equipo de fútbol, todos estaban seguros que no lo lograría, pero a todos venció, entrando al equipo. El entrenador le dio la noticia, admitiendo que lo había aceptado además por como él demostraba entregar su corazón y su alma en cada una de las prácticas y al mismo tiempo le daba a los demás miembros del equipo un gran entusiasmo. La noticia llenó por completo su corazón, corrió al teléfono más cercano y llamó a su padre, quien compartió con él la emoción. Le enviaba en todas las temporadas todas las entradas para que asistiera a los juegos de la Universidad. El joven era muy persistente, nunca faltó a un entrenamiento ni a un partido durante los cuatro años de la Universidad, y nunca tuvo la oportunidad de jugar ningún partido.
Era el final de la temporada y justo unos minutos antes que comenzara el primer juego de las eliminatorias, el entrenador le entregó un telegrama. El joven lo tomó y luego de leerlo se quedó en silencio. Temblando le dijo al entrenador:
─Mi padre murió esta mañana, ¿no hay problema de que falte al juego hoy?
El entrenador lo abrazó y le dijo:
─Tomate el resto de la semana libre, hijo. Y no se te ocurra venir el sábado.
Llegó el sábado, y el partido no estaba muy bien, en el tercer cuarto, cuando el equipo tenía 10 puntos de desventaja, el joven entró a los vestuarios y se puso el uniforme y corrió hacia donde estaba el entrenador y su equipo, que estaban impresionados de ver a su luchador compañero de regreso.
─Entrenador, por favor, permítame jugar… yo tengo que jugar hoy─ imploró el joven.
El entrenador pretendió no escucharle, de ninguna manera podía permitir que su peor jugador entrara en el cierre de las eliminatorias. Pero el joven insistió tanto, que finalmente el entrenador sintió lástima y aceptó:
─Bien, hijo, puedes entrar, el campo es todo tuyo.
Minutos después el entrenador, el equipo y el público, no podían creer lo que estaban viendo. El pequeño desconocido, que nunca había participado en ningún juego, estaba haciendo todo perfectamente brillante, nadie podía detenerlo en el campo, corría fácilmente como toda una estrella. Su equipo comenzó a ganar, hasta que empató el juego. En los segundos de cierre el muchacho interceptó un pase y corrió todo el campo hasta ganar con un touchdown. La gente que estaba en las gradas gritaba emocionada y su equipo lo llevó cargado por todo el campo.
Finalmente cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven estaba sentado calladamente y solo en una esquina, se acercó y le dijo:
─Muchacho no puedo creerlo, ¡estuviste fantástico! Dime, ¿cómo lo lograste?
El joven miró al entrenador y le dijo:
─Usted sabe que mi padre murió… pero no sabía que mi padre era ciego.
El joven hizo una pausa y trató de sonreír.
─Mi padre asistió a todos mis juegos, pero hoy era la primera vez que podía verme jugar… y yo quise demostrarle que sí podía hacerlo.
Recapacitar
Capítulo uno
Bajo por una calle y hay un hoyo grande. Yo no lo veo y caigo en él. Es profundo y oscuro. Tardo mucho tiempo en lograr salir. No es mi problema.
Capítulo dos
Bajo por la misma calle. Hay un hoyo grande y lo veo, pero caigo de nuevo en él. Es profundo y oscuro. Tardo mucho tiempo en lograr salir. Todavía no es mi problema.
Capítulo tres
Bajo por una calle. Hay un hoyo grande, y lo veo, pero todavía caigo de nuevo en él. Ha llegado a ser un hábito. Pero ya voy aprendiendo a salir rápidamente del hoyo. Reconozco mi problema.
Capítulo cuatro
Bajo por una calle. Hay un hoyo grande. Lo rodeo. Bajo por otra calle.