Procedía de Bílbilis (Calatayud), en la Hispania Tarraconense. Alrededor del año 64 d. C. marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de este y su suicidio le dejaron desamparado y su pobreza le obligó a sobrevivir de forma bohemia e itinerante como cliente de diversos patronos la mayor parte de los 35 años que pasó allí.
Se ganó, sin embargo, la amistad de los mayores escritores de ese tiempo, Plinio el Joven, Silio Itálico, el también satírico Juvenal y el gran rétor Marco Fabio Quintiliano, que también era hispanorromano. De la misma manera trabó amistad con el poeta gaditano Canio Rufo, un temperamento afín al suyo. Poco a poco favorecido por los emperadores Tito y Domiciano, a quienes dedicó interesados elogios, estos le nombraron miembro del orden ecuestre y ganó diversos honores, entre ellos la exención de los impuestos que habían de pagar los que no tenían hijos, esto es, el ius trium liberorum.
Todo prometes cuando has bebido durante toda la noche.
Créeme, no es prudente decir ‘Viviré’ mañana es demasiado tarde: vive hoy.
No soy adivino, pero sé lo que haces.
Pero, cuando te alabas, Fabula, demasiado, ni rica ni hermosa ni joven eres.
¿No sabes tú que el pueblo dice lo que él se calla?
Soy feliz, Póstumo, con los besos de saludo que me das con un solo labio: pero podrías suprimir la mitad de esa mitad.
¿Quiéres hacerme un favor más grande y verdaderamente inestimable? Guárdate esa mitad entera.
Para quien nadie es malo, ¿quién puede ser bueno?
¿Me preguntas, Lino, qué me produce mi finca de Nomento?
El libro que recitas, Fidentino, es mío; pero cuando lo recitas mal, empieza a ser tuyo.
De esta forma cualquiera es elocuente. Mira, ahora están todos callados. Névolo, di tu algo
sé por qué ninguna chica te escribe a ti.
O deja de criticar los míos o publica los tuyos.
la victoria insoportable es la que logra uno más débil que tú.
Hasta hace poco era médico, ahora Diaulo es enterrador;
lo que hace de enterrador también lo había hecho de médico.
Elio, no lo haces por nada: cobras por callar.
Para que tú, Pontiliano, no me envíes los tuyos.
hete aquí que es tu marido: ¿Podrás negarlo aún?
de forma que, cada vez que entra en erección, puedes olerlo.
En cambio, tú no haces nada. Bien cortos.
¿Cuál es la razón? Esta tiene unos comprados, aquella los suyos.
No eres un hombre vicioso, Zoilo, sino el vicio mismo.
¿Queréis saber por qué? Pues porque no tiene dactiloteca
Ahora las riquezas no se ofrecen a nadie, sino a los ricos.
No lo haré, pues quieres venderlos, no leerlos.
Es verdad. Cuando quiere ser jodida, suele pagar.
tendrás menos alegrías, pero también menos pesares.