25/04/2024

Epigramas de Marcial

Procedía de Bílbilis (Calatayud), en la Hispania Tarraconense. Alrededor del año 64 d. C. marchó a Roma para terminar sus estudios jurídicos con la protección de Séneca, pero la caída en desgracia de este y su suicidio le dejaron desamparado y su pobreza le obligó a sobrevivir de forma bohemia e itinerante como cliente de diversos patronos la mayor parte de los 35 años que pasó allí.

Se ganó, sin embargo, la amistad de los mayores escritores de ese tiempo, Plinio el Joven, Silio Itálico, el también satírico Juvenal y el gran rétor Marco Fabio Quintiliano, que también era hispanorromano. De la misma manera trabó amistad con el poeta gaditano Canio Rufo, un temperamento afín al suyo. Poco a poco favorecido por los emperadores Tito y Domiciano, a quienes dedicó interesados elogios, estos le nombraron miembro del orden ecuestre y ganó diversos honores, entre ellos la exención de los impuestos que habían de pagar los que no tenían hijos, esto es, el ius trium liberorum.

Sin embargo, sus sucesores Nerva y Trajano se olvidaron de él y hubo de retornar a Bílbilis y aceptar allí el regalo de una propiedad campestre por parte de una admiradora; la vuelta a la vida rural era uno de sus grandes sueños.
Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces.
Todo prometes cuando has bebido durante toda la noche.
Por la mañana no das nada. Gelio, bebe por la mañana.
Créeme, no es prudente decir ‘Viviré’ mañana es demasiado tarde: vive hoy.
Cuando a tu esclavo le duele la minga, a ti, Névolo, te duele el culo.
No soy adivino, pero sé lo que haces.
Eres hermosa, lo sabemos; y joven, es verdad; y rica, pues, ¿quién es capaz de negarlo?
Pero, cuando te alabas, Fabula, demasiado, ni rica ni hermosa ni joven eres.
Póntico, ¿por qué crucificas a tu siervo, después de haberle cortado la lengua?
¿No sabes tú que el pueblo dice lo que él se calla?
Soy feliz, Póstumo, con los besos de saludo que me das con un solo labio: pero podrías suprimir la mitad de esa mitad.
¿Quiéres hacerme un favor más grande y verdaderamente inestimable? Guárdate esa mitad entera.
Para no alabar a los que lo merecen, Calístrato alaba a todos.
Para quien nadie es malo, ¿quién puede ser bueno?
Si la gloria viene después de la muerte, no tengo prisa.
¿Me preguntas, Lino, qué me produce mi finca de Nomento?
Esto me produce: el no verte, Lino.
El libro que recitas, Fidentino, es mío; pero cuando lo recitas mal, empieza a ser tuyo.
Cuando todos gritan, Névolo, sólo entonces hablas y te crees un defensor y un abogado.
De esta forma cualquiera es elocuente. Mira, ahora están todos callados. Névolo, di tu algo
No sé por qué escribes, Fausto, a tantas chicas;
sé por qué ninguna chica te escribe a ti.
Aunque no publicas tus poemas, criticas los míos, Lelio.
O deja de criticar los míos o publica los tuyos.
El ceder ante uno más fuerte es conseguir el segundo puesto del valor;
la victoria insoportable es la que logra uno más débil que tú.
Te reclama el juez y te reclama el abogado: mi opinión es, Sexto, que pagues al acreedor.
Hasta hace poco era médico, ahora Diaulo es enterrador;
lo que hace de enterrador también lo había hecho de médico.
Eso de gritar sin cesar, eso de interrumpir a los abogados en los procesos, eso,
Elio, no lo haces por nada: cobras por callar.
¿Por qué no te envío, Pontiliano, mis libritos?
Para que tú, Pontiliano, no me envíes los tuyos.
Era tu amante: al menos eso tú podías, Paula, negarlo;
hete aquí que es tu marido: ¿Podrás negarlo aún?
Tienes una minga tan grande como tu nariz,
de forma que, cada vez que entra en erección, puedes olerlo.
Te quejas, Velox, de que yo escribo epigramas largos.
En cambio, tú no haces nada. Bien cortos.
Tais tiene los dientes negros, Lecania blancos como la nieve.
¿Cuál es la razón? Esta tiene unos comprados, aquella los suyos.
Miente el que te llama vicioso, Zoilo.
No eres un hombre vicioso, Zoilo, sino el vicio mismo.
Carino lleva seis anillos en cada dedo y no se los quita ni de noche ni cuando se baña.
¿Queréis saber por qué? Pues porque no tiene dactiloteca
Siempre serás pobre, si pobre eres, Emiliano.
Ahora las riquezas no se ofrecen a nadie, sino a los ricos.
Exiges que te dé, Tuca, mis libritos.
No lo haré, pues quieres venderlos, no leerlos.
Lesbia jura que nunca ha sido jodida gratis.
Es verdad. Cuando quiere ser jodida, suele pagar.
No te hagas demasiado amigo de nadie:
tendrás menos alegrías, pero también menos pesares.

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