25/04/2024

Definiciones políticas: D

La política destroza aquello que trate de contenerla, incluso a los hombres. Sobre todo a los hombres. Se destroza a si misma. La política es posterior a los hechos que trata de comprender, o que trata de apresar, de capturar. Recordar que la primera edición de este diccionario fue en 1974 y todas las definiciones siguen vigentes, solo que cambian las personas, los hechos y los países. Una verdadera pena.

Darwinismo social
Conducción a ideologías políticas, partidos o comportamientos, de ideas propias de las primeras tesis de Darwin: la lucha por la vida, el enfrentamiento de todos contra todos, la supervivencia del más fuerte. Han sido aprovechadas por el liberalismo económico, algunas ramas del anarquismo, el nazismo. A veces algunas de estas ideas la han querido aplicar directamente mediante el ejercicio de un racismo implacable (exterminio de judíos y otras razas por los arios). Sobrevive hoy con fuerza en el liberalismo conservador, que quiere imaginar que la igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos y ellos mismos van depurándose y situándose jerárquicamente por su capacidad innata.
Decadencia de occidente
Suposición lanzada por el filósofo alemán Spengler de que Occidente sucumbirá bajo el «peligro amarillo» de los asiáticos: una cierta lectura de esa obra podría indicar, en su fecha, la necesidad de que una raza superior, la aria, contuviese ese peligro; la equiparación del asiatismo a los rusos completaba la ecuación por la cual se dibuja una guerra necesaria. El historiador Toynbee, al tratar de nacimiento, desarrollo y muerte de los imperios, ha creído que este fenómeno se produce sobre el globo terráqueo por el camino del sol, hacia levante; coincidiría con una decadencia de occidente. Sin necesidad de creer en profecías, aún de ilustres sabios que fueron buenos escritores, el concepto de Occidente, que acuñaron los Estados Unidos para formar su coronación imperial con Europa seguramente por el prestigio de la palabra, se advierte hoy una decadencia real de Europa frente al crecimiento del poderío económico militar de la cuenca del Pacífico: Japón y Estados Unidos, a los que podía unirse China, que aún lleva el nombre de comunista, pero que trabaja para un nuevo capitalismo de estado. Hay pensadores europeos que consideran que al Occidente europeo aún le queda la cultura: sin duda desconocen la otra o se referían al cúmulo antiguo. En todo caso, ninguna previsión es válida y el mundo y su política están más sometidos al azar que nunca.
Decreto-ley
Las leyes emanadas por el Gobierno o por el jefe del Estado (en este caso en los regímenes llamados presidencialistas) deben ser presentadas en forma de proyecto a la asamblea, que las discute, enmienda, corrige, aprueba o rechaza. En ciertos casos autorizados por las constituciones, el poder ejecutivo emite decretos-leyes que no pasan por la Asamblea. Gobernar por decreto-ley es una intromisión y una huida de los principios de la democracia, aunque pueda estar legalizado, como otros abusos de la democracia. El decreto–ley sólo se puede justificar en casos de urgencia o en los de bloqueo del poder legislativo por alguna razón. En la España anterior a las elecciones democráticas, varias disposiciones fundamentales se adoptaron por decreto-ley como consecuencia de la costumbre autocrática del gobierno y por la falta de confianza en unas Cortes que no han sido elegidas por el pueblo, y cuyos debates y votos no se toman demasiado en cuenta. El decreto-ley ha sido también utilizado por los gobiernos electos, que no hubiera necesitado ver al tener mayoría absoluta en el Parlamento, pero que prefieren huir de las discusiones o que necesitan producir un determinado efecto en su favor con cierta urgencia.
Defensor del pueblo
Desarrollo democrático reciente. El defensor del pueblo, también llamado Ombudsman por su origen en el socialismo escandinavo, es un cargo público que debe investigar los abusos de la administración frente al ciudadano. El defensor del pueblo goza de total independencia, pero hasta ahora, en la práctica tiene poca capacidad para rectificar los errores administrativos. En España se elige por acuerdo mayoritario entre los miembros del Parlamento: como ese acuerdo o consenso no suele producirse, la plaza puede estar vacante mucho tiempo, ocupada por un alto funcionario. En primer lugar parece que si el gobierno es una emanación del Parlamento y éste lo forman los diputados, o delegados, del pueblo, no tendría la democracia porque crear alguien que defienda al que es soberano; en segundo lugar, esta forma de elección se hace siempre dentro de la clase política, tratando de buscar personajes aparentemente neutrales, o cuyo pasado se haya olvidado; finalmente, de existir, debería ser un cargo por elección general entre quienes fueran libres candidatos a él.
Demagogia
En un principio, agitación del pueblo, conducción del pueblo. Posteriormente, y en la actualidad, el vocablo toma otro tono y se aplica para indicar la adulación engañosa del pueblo, simulando formar parte de él y sacrificarse en su beneficio, cuando en realidad se pretende otra cosa. Cuando un partido de clase alta se hace llamar «popular» (Partido Popular, en España; no está exento el Partido Socialista Obrero Español, que en sus años de gobierno ha dejado de ser obrerista) está ejerciendo una demagogia. La idea de agitación o de excitación popular sigue estando presente. La demagogia ha ido extendiéndose en nuestros tiempos, como consecuencia de la importancia creciente en las naciones del pueblo y de la opinión pública ─bien por su participación en las urnas, bien por las huelgas, las manifestaciones, la simple aglomeración urbana─ y por el exceso de medios de propaganda de las nuevas comunicaciones y, prácticamente, todos los políticos deben contener en su presentación, en su morfología, alguna dosis de demagogia. Se utiliza también como acusación y a veces como calumnia: un político o un periódico o un partido será acusado de demagogia, aunque realmente procedan del pueblo que trabaje en su beneficio, por sus enemigos que van a ganarle popularidad. La demagogia puede tener efectos útiles y valiosos: esta adulación, por lo menos, contiene medidas de represión que puede ir acompañada de leyes o disposiciones favorables. Hay personas que eligen definirse a sí misma como demagogos, antes de ser acusadas de ello, para explicar que su objetivo político intelectual es el acuerdo directo con el pueblo.
Democracia
La idea de democracia ha pasado a formar parte de la política abstracta y necesita de otras definiciones que la complementen y le expliquen en cada caso determinado. Hay que entender pronto que es un sistema de gobierno continuamente en elaboración, y que esa elaboración puede ofrecer movimientos pendulares, en el sentido del progreso del poder de los más, pero también en el sentido de regreso. Se suele decir que la democracia o, en su sentido liberal, el gobierno del partido para sí mismo, tiene su origen y su representación pura en la Grecia clásica, particularmente en Atenas; sin embargo, podemos ver ya que en aquella clase de sociedades la exclusión de amplios sectores de población ─los metecos o extranjeros, los esclavos, las mujeres, los menores de edad─ hacían de la democracia simplemente una aristocracia más amplia, incluso mucho más amplia: pero nada más. A lo largo de su historia, la democracia supone una continua lucha por ampliar el número de participantes en el gobierno de todos y por fijar las reglas de participación en el gobierno. Ésa lucha ha sido muy lenta. La conquista del voto de la mujer, que supone una mitad de la población, no se ha hecho hasta tiempos muy recientes, y en algunos países considerados como democráticos hasta después de la segunda guerra mundial; la reducción de la edad de votar de 21 a 18 años ha comenzado a aparecer en el último cuarto del siglo XX en Estados Unidos o Inglaterra, y aunque se ha extendido por todo Occidente, dista mucho de ser una adquisición universal y, sobre todo, dista mucho de estar afectada por todos. A lo largo del tiempo han ido venciéndose otras limitaciones, como las que exigían acreditarse como contribuyente con una cantidad mínima determinada, o dar pruebas fehacientes de saber leer, escribir y tener alguna instrucción, no pertenecen a alguna raza determinada, tener acreditada la nacionalidad del país en por lo menos una o dos generaciones; limitaciones que tendían a descubrir del ejercicio de la democracia precisamente a las clases más populares, más pobres. Una de las vías más comunes del ejercicio de la democracia es la indirecta, dado que al ampliarse, a veces desmesuradamente, las poblaciones, no podían reunirse todos los ciudadanos en asamblea para dictaminar todos los asuntos de Gobierno; por la democracia indirecta se eligen representantes de grupos de población, y estos representantes son los que se reúnen en asambleas ─Parlamento, Congreso, Cámaras, Cortes─. Las condiciones para optar a la elegibilidad han sido también excluyentes: sexo, edad, generalmente superior a la del límite para votar, determinada renta, antecedentes, certificados políticos, pertenecer a un partido y aún ahora, en muchas democracias, el candidato debe hacer tales gastos para darse a conocer ─propaganda─, que sólo los muy ricos o a los apoyados por fuertes grupos políticos les es dado optar. Por esta serie de limitaciones sobre el elector y sobre el elegido se ha llegado a formar una clase política que se alterna en el uso del poder, y que representa también una aristocracia o un elitismo. Las listas únicas elaboradas por los partidos, los sistemas electorales, suelen ser elementos que pueden producir la ilusión mayoritaria. La glorificación de la democracia a partir de la fórmula de Lincoln (gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo) y de la Revolución francesa, y sobre todo desde la segunda guerra mundial, en que se presentó como el bien absoluto frente al mal absoluto que representaba el nazismo, y luego, en Occidente, como muralla anticomunista, ha hecho que todos los sistemas políticos, todos los países, todos los regímenes, la incorporen a su nomenclatura particular. Así aparecieron las democracias populares, en el «campo socialista» o comunista ─es redundancia, puesto que demos significa pueblo, de forma que podría decirse que son «gobiernos del pueblo populares»– o democracias orgánicas, como sinónimo de regímenes que son en realidad corporativos; en unas y otras, la participación popular se encauza por instituciones, estamentos, organizaciones, aunque no dejen de recurrir a otras fórmulas actualizadas, como las elecciones y ciertas formas parlamentarias muy limitadas en su poder. Es preciso advertir que también las democracias llamadas inorgánicas o representativas esta limitación de las asambleas de elegidos suelen existir, por la institución de otras Cámaras ─sistema bicameral─ cuyos miembros no son elegidos directamente por el pueblo, sino que pueden serlo por derecho propio de nacimiento ─como la Cámara de los Lores en Gran Bretaña, formada por la aristocracia hereditaria─ o por su notoriedad en otros campos de la vida social. Cómo terminó abstracto, la democracia en un determinado lugar y momento sólo puede ser definida por grados, y ayuda a medirla la mayor o menor existencia de libertad de prensa, de asociación, de reunión; la mayor o menor separación de poderes ─legislativo, ejecutivo y judicial─, la tolerancia o intolerancia sobre las costumbres y la vida social, la mayor o menor acumulación de poderes y la reducción o extensión del grupo que ostenta esos poderes y la tendencia hacia una mayor participación del pueblo en los asuntos de Gobierno. Aunque se tenga la seguridad de que se vive en una democracia porque se define así en la Constitución, hay que empezar siempre que se trata de una idea difícil de alcanzar, continuamente perfectible.
Demografía
Estudio del movimiento de las poblaciones; se utiliza para indicar el cambio mismo y, puesto que éste es hoy creciente, y hasta de una manera amenazadora en los países de menor desarrollo, se suele utilizar el término demografía, indebidamente, para señalar la progresión. Hasta el siglo XVIII existía la creencia errónea de que la población mundial había sido mucho mayor en la antigüedad y seguía una curva descendente (el padre del conde Saint Simon, socialista utópico, hizo un largo y estudiado libro en el que se demostraba esa idea absolutamente falsa). La idea del crecimiento continuo y de la multiplicación geométrica cambió una serie de idearios políticos, y los temas demográficos se politizaron definitivamente con el primer estudio serio de la evolución de las poblaciones realizado en 1798 por Malthus, que provocó las iras de dos sectores opuestos entre sí: la Iglesia ─las iglesia─ y el capitalismo incipiente de la revolución industrial ─aquella por respeto a la vida humana aunque en realidad Malthus era un moralista y se enfrentaba con lo que él consideraba el vicio sexual, y proponía para la limitación de nacimientos la abstención sexual y el retraso en el matrimonio; éste, por la necesidad de mano de obra y de soldados; los dos, en su colusión continua─, y también el joven comunismo (Marx hablaba de Malthus diciendo «ese delincuente vulgar»), convencido de que la multiplicación de las clases proletarias ─proletario, evidentemente, viene de prole─ y era un factor revolucionario. Los problemas que la demografía planteaba hoy al mundo son numerosos, y apenas cabe aquí enumerarlos: los mayores crecimientos de población corresponden a las zonas subdesarrolladas y hambrientas y, dentro de las naciones ricas, a las clases más desfavorecidas, de modo que la idea de Marx de que el crecimiento de poblaciones se revolucionario resulta real; hay países o ideologías que continúan practicando política mentalista mediante un control de poblaciones ─primas a la nupcialidad y a la natalidad, protección a familias numerosas, etc.─ porque sostienen la antigua idea de la necesidad de soldados y mano de obra; hay otros que practican el control inverso favoreciendo el descenso de natalidad para evitar la amenaza del hambre; en algunos países imperiales se fomenta y propaga el control inverso de poblaciones en los países subdesarrollados con finalidad contrarrevolucionaria y el estímulo natalista en el propio; numerosos científicos creen que el aumento general de la población del mundo superará pronto la capacidad de producción de alimentos y destruir a la ecología por la producción industrial masiva de productos baratos para todos; otros estiman que si la progresión de poblaciones se debe en gran parte a la prolongación de la vida por el adelanto de la profilaxisConjunto de medidas que se toman para proteger o preservar de las enfermedades., la cirugía, la medicina y la química, el control inverso producirá un envejecimiento de las poblaciones; el exceso natalista producido tras la última guerra mundial se reflejó en el crecimiento numérico de las capas jóvenes, lo que amenaza la concepción senatorial de las sociedades existentes, y se manifestó en los continuos desórdenes juveniles de todo el mundo en torno al año 1968, aunque había más razones que la mera demografía. Para los apasionados de la demografía, el movimiento de poblaciones es la clave absoluta de toda política; y, en realidad, puede decirse que es un factor determinante sobre todo en esta época en la que la presión de las poblaciones crecientes comienza a advertirse ya. Terminando el siglo, los economistas occidentales especializados en esta cuestión critican la reducción de nacimientos por qué causa el «envejecimiento de la población», unido al efecto de la prolongación de la vida por la medicina y, sobre todo, por la higiene y la sanidad en realidad, este aumento en las capas sociales de más edad ha sorprendido a economistas políticos y a los sociales que habían apostado por las jubilaciones anticipadas para dejar paso a las capas jóvenes, y se han encontrado con la necesidad de protecciones a los ancianos, desde las pensiones a los hogares o asilos, y con el aumento de los gastos de medicina social: la respuesta es maltusiana en el sentido de suprimir, reducir o rebajar los beneficios sociales para esta clase, dentro de las medidas generales que tratan de cambiar la idea del Estado-providencia.
Depuración
Depuración, limpia, purga son términos estéticos que, un partido fuerte o un régimen totalitario indica que se libra de elementos indeseables que habían penetrado en su círculo interior y que, en los países estatalistas, puede llegar hasta los más humildes puestos. Por ejemplo, en la famosa y larga depuración macartista de los Estados Unidos se juzgó y depuró a una mujer de la limpieza, suponiendo que por su trabajo podía tener acceso a las cestas de papeles usados en los despachos oficiales y ejercer así alguna forma de espionaje. La depuración puede entrañar desde la pena de muerte, como fue el caso que aplicó Stalin con fruición en la Unión Soviética durante los grandes procesos de acusados de trotskismo (y los «contaminados» de desviacionismos posibles, por haber estado presentes en la guerra de España) o el del matrimonio Rosenberg en Estados Unidos, a la simple exclusión del partido, pasando por la muerte civil ─o públicos─, la incautación de bienes, la prisión. Puede ser encomendada a tribunales especiales o simplemente funcionarios o a la arbitrariedad de un solo personaje. Las víctimas de la depuración pueden ser simplemente personas con matices de opinión distintos de los impuestos por dogma, o solamente enemigos personales de quienes ejercen la depuración, o bien ocupan un cargo que desea ocupar otra persona. A veces, la depuración puede consistir en un acto en individual de autocrítica y la promesa de una actitud distinta; incluso la confesión, para los católicos, es una forma de depuración puesto que, tras ella, la penitencia y el arrepentimiento y no reincidencia, el individuo regresa a su pureza original. En política, la depuración permite siempre sospechar las máximas arbitrariedades, por lo cual el vocablo se utiliza poco como autodefinición y se aplica como peyorativo para los otros. En países de apariencia democrática, la depuración se ejerce discretamente mediante el apartamiento paulatino y no declarado de la víctima, hasta su erradicación. Durante la guerra civil y la posguerra en España, las depuraciones se ejercieron con fruición con ánimo de exterminio de las oposiciones y los partidarios de la legitimidad del régimen republicano. En este caso, como en general en todos, puede observarse que no se llega nunca a la extinción de las ideas, y tan pronto como sucede una normalización, vuelve lo que se quiso congelar. La caída del comunismo soviético ha mostrado la reaparición de nacionalidades reprimidas, del zarismo barrido, de los viejos popes y los rabinos, de los adoradores de la aristocracia; y de la admiración por el arte, la literatura, la filosofía, que habían sido ocultadas durante más de tres cuartos de siglo.
Derecha
Se sabe que, en la primera Asamblea Constituyente francesa, tras la Revolución, tomaron asiento a la derecha del presidente los partidos del antiguo régimen; a la izquierda, los del nuevo, y así nacieron las denominaciones políticas izquierda y derecha, de tanto uso y abuso posteriormente. El hecho de que en todos los lenguajes la derecha, lo diestro, lo derecho, tenga un significado [intense_tooltip title=”Que mejora, principalmente hablando de conceptos o estimaciones morales.”]meliorativo[/intense_tooltip] mientras que lo siniestro es diabólico tiene algo que ver con esa situación: los conservadores de la Asamblea se sentaron la derecha como lugar privilegiado. Esta alusión localista y circunstancial a su origen no aclara nada, no ser que también en aquel momento había una tendencia al dualismo político que suele presentarse comúnmente en todos los momentos de la historia, y que aparece aún en épocas de gran fragmentación. Todas las definiciones de derecha han fracasado hasta ahora, porque las actitudes políticas son coyunturales y aplicadas, y difícilmente se puede aplicar un término general a lo que es continuamente variable y porque las auto definiciones tienden a enmascarar la realidad: rara vez un hombre se definirá a si mismo como perteneciente a la derecha y más aún, puede decirse que cuanto más se defina como de la izquierda, más de derecha será aunque últimamente hay más tendencia a la autodefinición. El Partido de Izquierda Republicana, antes de la guerra española, tenía una posición derechista; el Venstre (izquierda) de Dinamarca es de derecha, la Gauche Republicaine de Francia era de derecha. Ningún partido parlamentario lleva el nombre de derecha: será «popular» o «centrista». Buscando ciertas identidades que pudieran establecer un denominador común y puede decirse que la derecha es partidaria del orden establecido y conformista con las instituciones y la sociedad elaborada; nótese que orden, instituciones y sociedad pueden obedecer a un esquema ya un programa de la izquierda y, sin embargo, la defensa de su inmovilidad es una actitud derechista, y el deseo de que cambie, o que simplemente cambien algunas apariencias y algunas estructuras en el mismo sentido en que están establecidas, son los privilegios por la situación, mientras que la izquierda estaría formada por los desfavorecidos, y sería una continua oposición. Pero en esta oposición hay por lo menos dos actitudes: la de los que quieren que el cambio se haga en un sentido regresivo, en el de volver a la antigua situación, y la de los que pretenden que se busque una situación nueva; los primeros serían antiguos privilegiados que han sido desposeídos, y serían considerados como la derecha; los segundos serían eternos desfavorecidos que esperan del cambio su privilegio. Pero esta aclaración no aclara, en realidad, nada; en una situación histórica dada, la actitud regresiva puede significar el regreso a una democracia representativa, con libertades y con participación, lo cual es una actitud conocida por su carácter de izquierda, y la progresiva puede ser un adelanto de las instituciones hacia el fascismo, o extrema derecha. En definiciones más clásicas, la derecha suele coincidir con la idea de que el hombre es malo por naturaleza (o por el pecado original) y requiere una fuerte represión para contener sus instintos, pero también hay fuertes sociedades represivas que tienen una programación de izquierda, y hay sociedades tolerantes con morfología de derecha; se basa en las tradiciones y en la religión, pero igualmente las tradiciones de un determinado país pueden tener un amplio contenido de izquierda, aunque no se ha seleccionado por la derecha, y la interpretación de las religiones puede nutrir las ideologías de izquierda, como la «teología de la liberación» las nociones de raza, desigualdad, privilegios, propiedad privada suelen ser atribuidas a la derecha; la negación de que existe una derecha y una izquierda es también una actitud de derecha. Puede decirse que la derecha es una grabación, una medida relativa y respectiva. En dos hombres que se encuentran, uno será de derecha y otro de izquierda, cada uno con respecto al otro, y en un solo hombre conviven factores de derecha y factores de izquierda, que se harán más dominantes o aparentes según su situación dentro de la sociedad.
Derechos políticos
El ciudadano en democracia está en posesión de todos los derechos políticos que le permite la Constitución: primordialmente el de elegir y ser elegido, y ello por los medios de libertad de prensa, expresión, reunión, etcétera. Forman parte de los derechos civiles, que comportan el disfrute de todos los beneficios del Estado, principalmente de los de igualdad plena. La condena por ciertos delitos puede comportar la suspensión por un plazo que figure en la sentencia de los derechos políticos, y de algunos de los derechos civiles cuando comporte penas de prisión o destierro.
Desaparición
Crimen de Estado. En algunos países con dictaduras militares —Argentina, Chile, Perú—, numerosas personas de la oposición han desaparecido sin dejar rastro; en las grandes fosas descubiertas después se han hallado los restos de algunos puntos son países sin pena de muerte: la desaparición es un delito difícilmente perseguible desde los juzgados, y la policía suele colaborar con los militares y paramilitares en las desapariciones y las torturas de los oponentes. Las famosas Madres de la plaza de Mayo, que pasean aún por la plaza de ese mismo nombre en Buenos Aires, reclaman a sus familiares desaparecidos, muchas veces niños de corta edad secuestrados con la familia completa y adoptado después por los mismos asesinos de sus padres.
Desarme
Movimiento puramente contemporáneo, si se acepta como contemporaneidad el arranque del siglo. Coinciden con el momento del desprestigio histórico de las guerras, consideradas hasta entonces como Máximo exponente del honor, la gloria y la caballerosidad (se han visto, después, varios retrocesos hacia que el sentido, sobre todo en los fascismos). La primera idea internacional de desarme, en la Conferencia de La Haya, 1900, coincidió con el invento de la ametralladora Maxims; y las últimas que se han celebrado (multinacionales, o entre los Estados Unidos y la Rusia, que aún continúan en sus detalles) han coincidido con el desarrollo de los grandes cohetes internacionales continentales de múltiple cabeza atómica. En esta visión de los dos sectores, el del desarme y el del rearme, se observará la inmensa capacidad de la carrera y del ingenio armamentista, y como el desarme no ha pasado de ser algo que se suele aplicar a los vencidos, por la fuerza. Otros acuerdos o intentos de acuerdo de desarme tienen un alcance principalmente económico (dos o más países convienen la reducción de sus gastos militares) o estratégico (idea de desnuclearización del Mediterráneo, retirada de tropas extranjeras de Europa, etcétera). Como idea general y demagógica, parte de una aberración: la de suponer que las guerras y los enfrentamientos pueden evitarse disminuyendo el armamento, como si éste fuera el causante, y no la consecuencia de aquellos. Las armas nucleares han dado un sentido más grave e inminente a la necesidad de desarme, pero también se aplica en el de los intereses del más fuerte: Estados Unidos (las Naciones Unidas) obligan al desarme atómico de Corea o del Irak (países de los que es dudoso que tengan un desarrollo real de miniaturización y de capacidad de trayectoria de puntería de vectores ), pero no intervienen en Pakistán o en Israel, sus aliados, en los que existen muchas más posibilidades de armamento nuclear.
Desarrollo
Objetivo místico, revestido de caracteres económicos y sociales, que se fijan las sociedades que aparece muchas veces como sustituto de revoluciones, cambios de régimen o juegos políticos. La sustitución del término de «países subdesarrollados» por el de «países en vías de desarrollo» es una muestra del carácter mítico y lenguajístico de la cuestión. Hoy no hay desarrollo en esos países: la situación en los que ha sorprendido el «nuevo orden mundial» es en la que se han quedado, mientras aumenta los factores adversos al desarrollo (demográficos, traída de la fuerza o mano de obra como valor, sustitución química de materias primas). El desarrollo real está en estrecha relación con el proceso creciente de la tecnocracia y la tecnología. Es un nivel y, por lo tanto, sólo se puede conocer en relación con otros grupos o naciones; al mismo tiempo, es una acción continua y planificada para mejorar ese nivel. En cuanto a nivel de desarrollo, se han estudiado numerosas fórmulas para definirlo. Una es simple y puramente cualitativa y se refiere a la nacional por cabeza; otras se hacen con referencia la calidad de vida, y utilizan cálculos y combinaciones de diversos índices: consumo de energía, lectura de periódicos (o, simplemente, consumo de papel), proporción de automóviles, teléfonos, electrodomésticos y habitantes, consumo de pan, de proteínas, de hidratos de carbono, porcentaje del paro forzoso, de mano de obra agrícola y de mano de obra industrial, etcétera cualquier sociedad pretende el desarrollo pero, como el término tiene cierto aroma peyorativo, en los países adelantados se utiliza más bien la palabra crecimiento, y el desarrollo se deja para los atrasados o evidentemente, subdesarrollados, y también para ciertas zonas no privilegiadas dentro de países que se consideran avanzados. Los planes de desarrollo continúan, y en general, la obsesión de los planes que se adueñó del mundo económico a partir de los quinquenales de Rusia, luego Unión Soviética, y de nuevo Rusia, y tratan de realizar, con mayor o menor fortuna, una coordinación entre los distintos factores de producción y de consumo de una determinada región o zona, atendiendo sus posibilidades naturales, o de un país completo. Desde el momento en que se introdujo en el mundo la noción de desarrollo —especialmente, después de las independencias de países colonizados—, los resultados han sido decepcionantes: el desarrollo se produce fácilmente y con alcance multiplicador en países avanzados, y muy difícil y muy lentamente en los subdesarrollados, de forma que el desnivel es creciente. La mística del desarrollo comienza a perder valor y credibilidad cuando se utiliza como consuelo de otras carencias políticas. En cuanto al subdesarrollo, nadie está libre de él: hay países industrializados que pueden estar en el con un simple revés de fortuna, o con un cambio de sentido de la dirección mundial. Si el centro económico se desplazase hacia la zona del Pacífico y el Atlántico, con Japón y un desarrollo del grupo China-Taiwán, podría ocurrir que cayesen en el subdesarrollo numerosos países europeos. La gran cultura, la base de la civilización, no salva a nadie: véase Grecia, véase Egipto.
Desclasamiento
Perdida, hacia abajo, de la clase social en que se está. Se entiende que no es un suceso individual ligado a avatares de fortuna, sino de grandes grupos que, por un empobrecimiento colectivo ─contención de salarios, o de reducción; pérdida de puestos de trabajo; simultáneamente, aumento de precios─, descienden políticamente de nivel. Algunos procesos históricos han elevado de clase algunas minorías; temen siempre que otro cambio los arrojé hacia su destino anterior. Es un fenómeno frecuente que clases que han sido elevadas por gobiernos de izquierda o colectivistas, como ocurrió con el «modelo sueco», dejen de votar al partido que las sirvió al convertirse en propietarias, tener mayor imposición y requerírseles solidaridad con los que aún continúen en situación de inferioridad: al cambiar de clase cambian también de ideología por medio al desclasamiento. Que, sin embargo, puede ocurrirles al dar su voto a una derecha tradicional que vuelve apoyar a la burguesía anterior.
Desculturización
Perdida de educación, cultura, conocimientos, información, que se desarrolla en una sociedad abandonada, donde los medios están en relación directa con la riqueza. Algunos regímenes la han practicado deliberadamente para no dar acceso a las clases inferiores a sus propios puestos; sería parte de la lucha de clases. Algunos ideólogos de la izquierda creyeron ante esta situación que la cultura sería la clave de la liberación y crearon las Casas del Pueblo, y los Ateneos Libertarios y algunos otros centros de ese orden. Hoy no se busca en Occidente esta forma de libertad, sino la de mejora en la situación económica para tener acceso a la enseñanza directa. Algunos extremistas creen que las televisiones contribuyen a la desculturización programada del pueblo; lo creyeron, en sus momentos, del cine o del teatro, incluso de la imprenta. Como en otros casos, el problema depende de quién posea esos medios.
Desobediencia civil
Llamada a no pagar impuestos a menos que ciertas condiciones se cumplan; o a no obedecer órdenes gubernamentales. Es una acción pacífica.
Despenalizar
Sirve para que ciertas conductas consideradas antisociales sean admitidas, pero sin decirlo claramente: se «despenaliza el aborto», lo cual sólo quiere decir que su comisión no tendrá pena de cárcel o de otra índole. Es un ejemplo de un feminismo político. También al aborto se le priva de su nombre clásico: lo que se «despenaliza» es la «interrupción del embarazo».
Desplazados
Las migraciones económicas llevan a otros países a masas de personas que no encuentran sustento en la suya. Se puede producir también el interior de un mismo país, desde zonas deprimidas hasta otras en las que se supone mejor nivel de vida o facilidad de trabajo; al mismo tiempo que el fenómeno de despoblación se produce en las zonas despertadas (en España, principalmente, en los pueblos y ámbito rural), la acumulación se produce en las otras, que no pueden absorber las masas que llegan y no tienen armas legales para expulsarlas. Los desplazados producen los suburbios (ranchitos de Venezuela, favelas del Brasil, chabolas en España), donde viven en condiciones infrahumanas, sufren ataques de la vecindad, son sospechosos de todos los delitos y a veces agredidos directamente; no se admite a sus hijos en los colegios. En plena democracia, los desplazados constituyen una población privada de todos los derechos ─no incluidos en el censo─, que ejercen trabajos negros o sin la retribución legal, nutren la prostitución y la mendicidad, y desmienten todas las normas de la igualdad; y la de la fraternidad, si la palabra supusiese algo real. Los refugiados son desplazados por razones políticas: huyen de su país por un régimen dictatorial que los persigue. Pueden encontrar más ayuda entre sus correligionarios. En los cambios políticos de los países del tercer mundo pueden formar verdaderas masas que van a campos de concentración o vagan por terrenos de nadie. Algunas organizaciones internacionales de la ONU se ocupan de todo ello, pero no abarcan la magnitud de la tragedia. Las organizaciones no gubernamentales (ONG) actúan en su favor. Todos los esfuerzos son inútiles.
Despolitización
La despolitización es la tendencia privar de carga política ciertos asuntos o temas que afectan a la colectividad. No hay que confundirla con el apoliticismo, o tendencia de los apolíticos a zafarse del juego de la política. La despolitización, por el contrario, es arma de combate de la política establecida, aunque ello aparezca en contradicción con su valor etimológico. Las oposiciones, por ejemplo, intentan presentar como despolitizado los ciertos asuntos para sacarlos de la esfera de acción de los poderes y por lo tanto de las diversas influencias de la autoridad. Pero los poderes, a su vez, ejercen la despolitización para evitar debates, discusiones y oposiciones, y pretenden la entrega de esos temas o asuntos a los técnicos, dando un creciente valor a la tecnocracia, que, en suma, está controlada por el poder y por lo tanto politizada, aunque extraída por ese escamoteo del juego libre de la política. El valor contrario es, evidentemente, la politización, que suele cargar los aspectos más inesperados de la vida de un país ─el deporte, las artes, la sexualidad, las costumbres, las asociaciones profesionales o recreativas, la escuela─ en los países donde hay escasa o nula participación directa del ciudadano en la política específica, y ello puede ocurrir no solamente por regímenes dictatoriales y no en aquellos donde la afiliación a los partidos políticos es muy baja o donde en dichos partidos no hay verdadera representación democrática de los ciudadanos. La desafección a los partidos pequeños, castigados brutalmente por los mayores, es una forma de despolitización, o de falta de vías para los matices de ideas. Suelen aparecer algunos absurdos como considerar «de derecha» o «de izquierda» un estilo literario, una moda o un equipo de fútbol; pero, estudiados a fondo estos absurdos, no dejan de ofrecer algunos aspectos razonables. Un equipo de fútbol puede representar un autonomismo o incluso un separatismo, aunque no sea más que por su nombre, mientras que el nombre de otro puede evocar el centralismo. El juego de politización y despolitización es muy fluido, muy sutil y puramente circunstancial. Es a veces el poder el que pretende la politización de determinados aspectos de la vida cotidiana con el fin de canalizar por esas vías las pasiones y las tensiones, y entonces la oposición trata de desmitificar y despolitizar esa situación; pero, otras veces es la misma oposición la que política esos pequeños hechos para reunir y distinguir a sus partidarios, al carecer de otra ocasión para hacerlo, e incluso para que el poder reciba así el signo de su importancia numérica y de su influencia. Cuando la politización y la despolitización no son espontáneas resultan perniciosas, sea el poder o la oposición que las maneje, porque tienden a adulterar la verdadera dinámica de la vida de la sociedad. Parecía advertirse que, en esta lucha política, los poderes establecidos tienen mayor suerte, y así se asiste crecientemente al fenómeno llamado de despolitización de las masas, que en esta afección si está muy relacionada con el fenómeno del apolítico, bien que éste actúe individualmente y con cierto número de arreglos mentales, trampas y trucos, y la despolitización sea un fenómeno colectivo producido por numerosos factores: la incomprensión del lenguaje político; la creencia real en que lo científico y lo técnico están fuera de su alcance y debe confiar en quienes lo dominan; la desproporción creciente entre los riesgos de la acción política y los beneficios que se pueden obtener con ella; la idea de la inutilidad de todo esfuerzo, y sobre todo en las sociedades de regular o alto desarrollo, la falta de estímulos graves, como el hambre y la miseria. Algunas doctrinas políticas sostienen la despolitización como ideal máximo de las sociedades que pretenden construir: en la derecha, la tecnocracia venido a sustituir con mayor éxito la teoría llamada de la clase política que entendía que el juego de la política estaba reservado a los profesionales de ella. En la izquierda, el marxismo-leninismo pretende, a través de sucesivas etapas, edificar la «sociedad comunista», en la que la propia perfección de los instrumentos elaborados y la educación dada a los pueblos sustituirá a la política, que se habrá convertido en innecesaria. El anarquismo primitivo de Proudhon suponía que la abolición del Estado sería el final de la política y el comienzo de una vida feliz para el pueblo; Saint Simon consideraba también «el final de toda política» como deseable, y estimaba que se conseguiría el día en que los pueblos estuvieran gobernados por ideas y no por hombres. La mayor parte de las utopías literarias o políticas, se basan también en una sociedad ideal donde la política no existe, porque se ha llegado a la colocación de personas y cosas en relaciones respectivas referidas a un orden natural e inalterable, sin que puedan aparecer imprevistos ni sorpresas. Algún ensayo contemporáneo a esta edición establece la idea de que es bueno que la masa esté despolitizada y que sea sólo una élite la que ejerza la política: se aproxima así a la idea ateniense o la de la «clase política», que sostiene que esta es hereditaria o dinástica, lo mismo en la izquierda que en la derecha. Es real que en la política española mucho de los nombres tiene sus antecedentes en otros de gobiernos históricos (Maura, Sartoruis).
Despotismo
Cualquier forma de gobierno en que se ejerza presión sobre los gobernados. Aunque déspota y despotismo sean vocablos que indican un máximo en la opresión, pueden encontrarse otros matices. El despotismo ilustrado fue una peculiar forma histórica europea del siglo XVIII que trataba de responder a la fórmula «todo para el pueblo, pero sin el pueblo», que aún prevalece en algunas sociedades actuales y está basada en la vida que tiene el grupo gobernante de que el pueblo y en una perpetua minoría de edad que no le permite comprender que su propio bien reside precisamente en dejarse llevar en ese grupo gobernante, y que tendería destruirlos —y, por ende, a destruirse a sí mismo— si se le dieran oportunidades de hacerlo. No se las dan. Aunque en España los períodos de despotismo ilustrado terminaron en motines.
Dialéctica
Pensamiento original de Hegel, a pesar de que su principal valor político se lo dio el marxismo, aunque antes era un término filosófico diversamente interpretado según los autores. Marx hizo de él una piedra angular de su doctrina y ha pasado al lenguaje vulgar en una serie de afecciones confusas. La dialéctica era, para Platón, una técnica de lenguaje que permitía interrogar la realidad mediante las preguntas justas para el conocimiento claro; para Aristóteles, el razonamiento, probabilidades que conduce a una explicación probable en aquellas esferas donde la ciencia pura no puede alcanzar una solución demostrativa o exacta. Kant la considera una ciencia de las ilusiones que usa de la lógica y la razón, sistemas de pensamiento en torno a ideas abstractas que considera dotadas de realidad. En Hegel, la dialéctica viene a ser el motor de la actividad humana, de la historicidad: una cosa sólo puede conocerse cuando se conoce su movimiento, su pasado y su futuro, las negaciones y afirmaciones de sí misma en su devenir. Marx parte de Hegel para «descortezarlo», como él dice, privarle de su idealismo y aplicarlo a la realidad material: la dialéctica materialista. Una cita larga pero explicativa del concepto marxista de la dialéctica en la contenida en el pozo vacío de la segunda edición de El capital:

Mi método dialéctico no difiere del hegeliano por la base, sino que es exactamente lo contrario. Para Hegel, el movimiento del pensamiento, que personifica bajo el nombre de Idea, es el demiurgo de la realidad, lo cual no es más que la forma fenómeno nica de la Idea. Para mí, por el contrario, el movimiento del pensamiento no es más que la reflexión, el reflejo del movimiento real, transformado en el cerebro del hombre. Pero, aunque gracias a su quid pro quo, Hegel desfigura la dialéctica por el misticismo, es el de todas maneras quien ha sido el primero en exponer el movimiento de conjunto. En él, la dialéctica camina de cabeza; basta con ponerla de nuevo sobre los pies para encontrarle una fisionomía razonable. Bajo su aspecto místico, la dialéctica se convirtió en moda en Alemania porque parecía glorificar las cosas existentes. Bajo su aspecto racional, es un escándalo y una abominación para las clases dirigentes y sus ideólogos doctrinarios: porque en la confección negativa de las cosas existente incluye la inteligencia de su negación total, de su destrucción necesaria; porque, apoderándose del movimiento mismo, del que toda forma hecha no es más que una configuración transitoria, nada podría imponérselo; porque es esencialmente crítica y revolucionaria»

Las leyes de la dialéctica marxista entienden la naturaleza como un todo unido, coherente, en el que los objetos y los fenómenos están íntimamente relacionados, se condicionan y dependen unos de otros (ley de la acción recíproca y de la conexión universal); la naturaleza es un estado de movimiento perpetuo en los que en cada instante algo nace y se desarrolla y algo muere y se desintegra (ley del cambio universal y del desarrollo incesante), y este proceso de desarrollo produce cambios que no son contingentes, sino necesarios, resultado de la acumulación de cambio cuantitativo insensibles y graduales (ley del cambio cualitativo). La dialéctica parte de que objetos y fenómenos de la naturaleza implican contradicciones internas, porque todos tienen un costado positivo y otro negativo, un pasado y un porvenir, unos elementos desaparecen y otros que se desarrollan; la lucha de esto contrario, entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo que mueren y lo que nace, entre lo que perece y lo que se desarrolla, es el contenido interno del proceso de desarrollo, de la conversión de cambios cuantitativos a cambios cualitativos (ley de la lucha de los contrarios). Al mismo tiempo, la dialéctica es un modo de pensamiento: el enfrentamiento continuo de dos tesis (tesis y antítesis) produce una síntesis. La combatividad política y la aplicación inmediata que Marx daba a todo su pensamiento produjo el hecho de que la dialéctica fuera un tema continuo de discusión entre filósofos, divididos ya en marxistas y antimarxistas, comunistas y anticomunistas, lo cual no ha contribuido mucho a esclarecer la idea de dialéctica. Esta misma politización contribuyó a que el vocablo pasase a formar parte de la jerga del Partido Comunista y del movimiento anticomunista, perdiendo en esta vulgarización toda su riqueza clásica y moderna. En la panopliaConjunto amplio y variado de elementos del mismo carácter. ideológica anticomunista, la dialéctica se ha convertido en una utilización del lenguaje perfectamente pérfida para engañar, para convencer por astucia de cosas que no son verdad, mientras que en el movimiento comunista, a escala de militantes, con su tosquedad característica, se utilizaba para indicar la única forma de pensamiento que es capaz de arrojar la luz de la verdad de todas las cosas. Poco a poco va zafándose el pensamiento que se puede considerar libre de las ideologías de combate, y podrá observar el valor de ésta y de otras doctrinas de Marx. No es posible considerarle muerto y enterrado, aunque el comunismo haya cumplido una etapa, y el pensamiento marxista puede considerarse como una de las grandes aportaciones de la era moderna al conocimiento del hombre, de sus problemas y de sus posibles soluciones; pero sólo se le puede considerar como perfectamente vivo a condición de que no se le considere como infalible.

Dictadura
Modalidad peculiar del absolutismo, o concentración del poder del gobierno en una sola persona o grupo (durante el gobierno militar de la República Argentina se sustituían los nombres, pero no la condición de la dictadura). Si el absolutismo se justifica a sí mismo y no necesita pretextos, la dictadura suele aparecer como reacción a un estado de cosas y se presenta como un propósito de regeneración y saneamiento, muchas veces como transitoria hasta la reparación de las circunstancias que dice repudiar o combatir, lo cual no siempre cumple. Este mismo hecho de su duración sirve para sus clasificaciones: Carl Schmitt las divide en «comisorias» (obligatorias durante un tiempo determinado), y «soberanas»; Friedrich entre «constitucionales» y «anticonstitucionales». Son comisorias aquellas que, como la dictadura romana, que ha dado su nombre al fenómeno, se aplican en un período extraordinario y por una duración que bien puede estar precisada, bien puede establecerse hasta que termine ese periodo extraordinario (la dictadura en tiempo de guerra acabará cuando termina la guerra misma) y, por su carácter, pueden ser «constitucionales»: previstas por la Constitución, que determina cuáles de sus artículos, cuáles de sus garantías para el ciudadano pueden ser suspendidas en determinados casos (estados de excepción, de urgencia o de alarma, ley marcial, etc.). La «soberana» o «anticonstitucional» es aquella que se considera como sin límite en el tiempo, anula el orden anterior, construye su propia legalidad y sus instituciones. Son las más frecuentes. Es propio de la dictadura un gobierno rígido y disciplinado, sin tolerancia para todo lo que me aparte de su cometido, con severidad en las penas y castigos. La dictadura se centra esencialmente en la persona del dictador, cuya figura de atribuirse todos los méritos y todas las sabidurías, ya que de otra forma no podría justificarse su poder absoluto. Si los gobernantes han de estar siempre por debajo de las leyes y su espíritu, el dictador está por encima, puesto que es su creador, capaz de repudiarlas o modificarlas. Muchas veces el dictador no es más que la cabeza visible de un grupo, como antes queda dicho, más o menos amplio, y aunque goce externamente de todos los mitos de infalibilidad y de omnipotencia, rinde fidelidad al grupo que le ha situado, y que puede eliminarle, física o políticamente, para reemplazarle. Otras veces el dictador llega a dominar incluso al grupo que le ha alzado al poder y elimina sus principales oponentes (Hitler o Stalin). En circunstancias, el grupo que inspira y sostiene la dictadura es tan numeroso y tan fuerte que puede ejercer en su seno la verdadera democracia que niega a los demás, como podría aparecer en un examen de los momentos más luminosos de la democracia ateniense, en la que los ciudadanos, igualitarios entre sí, negaban todos los derechos a metecos y esclavos, sobre los que ejercían una dictadura real. Las dictaduras burguesas, aristocráticas o capitalistas responden a esa idea. Es esencial en este aspecto la noción de dictadura del proletariado, forma explícita del gobierno comunista («La primera etapa de la revolución obrera es la constitución del proletariado en clase dominante», Manifiesto comunista de Marx y Engels) para constituir la «dictadura revolucionaria del proletariado» (Crítica del programa de Ghota, Marx) que conduzca a la sociedad sin clases; es decir, que en el programa, la dictadura aparece como una fase transitoria. Numerosas dictaduras han aparecido en Europa en lo que va de siglo, y algunas de ellas, como el nazismo y el fascismo, han contribuido de tal modo al desprestigio de este gobierno, que las que han permanecido han tratado de eliminar este nombre y enmascarar sus formas. Aparecen, sin embargo, con fuerza considerable en los países nuevos del mundo subdesarrollado, muchas veces con añadidos de constituciones, elecciones, cámaras y otros elementos nominales o formales de la democracia, que sirven principalmente para que las naciones extranjeras tengan algún pretexto para justificar la situación.
Dimisión
Palabra generalmente excluida de los vocabularios autocráticos, la dimisión es el gran heroísmo del demócrata: abandona su cargo cuando considera que las circunstancias en torno a él son poco claras (no suele considerarlo), o se le fuerza a la dimisión cuando se pone en duda su propia claridad (no suele aceptarlo). La dimisión de un miembro del gobierno, o de un grupo de ellos, provoca la crisis ministerial. A veces esta emisión es exigida públicamente, cuando los gobernantes se resisten a abandonar sus puestos: el grito de «¡Dimisión, dimisión!» ha sido emitido por todas las oposiciones en todos los parlamentos del mundo. En 1994 el jefe de la oposición de la derecha (PP), José María Aznar, acuñó la frase, retiraban, de «¡Váyase, señor González!», dirigida al jefe del Gobierno Felipe González (PSOE): no fue escuchado.
Diplomacia
Fue la forma clásica de mantener relaciones entre países, y los embajadores representaba a su jefe de Estado. Poco a poco la diplomacia como carrera ha ido quedándose en puestos burocráticos y administrativos, y son los ministros y los jefes de Gobierno y de Estado los que acuden frecuentemente conferencias internacionales o en visitas directas a otros correligionarios y extranjeros para llevar los asuntos mundiales, que también se tratan de resolver en asambleas, congresos, reuniones especiales o permanentes. La facilidad de comunicación en nuestro fin de siglo ha cambiado estas costumbres, al mismo tiempo de la personalidad del jefe de un país ha perdido su carácter augusto y se revela como polivalente. Ahora es diplomacia no sólo el trabajo de los diplomáticos, sino todo aquello en que se media, que se acuerda, se pacta o se resuelve sin acudir a la fuerza.
Diputado
Bajo diversos nombres posibles (representante, parlamentario, congresista), según países y costumbres, se supone que el diputado es el enviado de un grupo o sector, generalmente geográfico (provincia, circunscripción; aunque en parlamentos mediatizados se haya utilizado el gremio o la condición familiar) para que el represente en la asamblea (Cortes, Parlamento, Congreso) y exponga allí los problemas propios del sur representados y su opinión y su voto en los grandes temas nacionales. Es una pieza clave en la teoría de la democracia representativa indirecta, y procede del momento en que, por las grandes aglomeraciones de población, se hizo imposible que todos los ciudadanos participasen en las decisiones colectivas reunidos en asamblea, como sucedía en las ciudades-estado griegas. Teóricamente, el grupo elige a su diputado como uno de entre ellos. En la práctica, el diputado suele ser un profesional de la política y su elección sostienen su candidatura, sufragan su propaganda e instan a votarle a sus afiliados, de forma que muchas veces lo que se eliges un partido y un programa político, y no precisamente un ciudadano del grupo (partitocracia). Por otra parte, los poderes suelen determinar las condiciones de elegibilidad, según sea más o menos democráticos, que limitan el número y calidad de los candidatos. La figura del diputado, mítica en los primeros tiempos de la democracia representativa indirecta, ha perdido en gran parte de su prestigio y es víctima frecuente de humoristas y satíricos que le atacan acusándole de ser sensible a los grupos de presión, de practicar el absentismo, de no estar ligado con sus electores más que en el momento de las elecciones, de someterse más a los intereses de partido que a los del grupo que le ha enviado a la asamblea, de atender más a sus intereses propios que a los de la colectividad. Es acusado también, generalmente, de absentismo, porque sólo en ocasiones de voto trascendental está presente en el hemiciclo: suele tener razón para ello, puesto que en los debates sólo participa el portavoz y las decisiones se toman por orden del partido. Esto es, naturalmente, más o menos cierto según los regímenes y sistema de los distintos países; pero el desprestigio del diputado, como en general de la política, puede conducir a la pérdida de la democracia. Hay que advertir que en todas las teorías de los dictadores de cualquier género el ataque al diputado y a su inutilidad es una constante.
Discriminación
Limitación o anulación de derechos de minorías en un estado en razón de su raza, religión o peculiaridades y orden o manera de vida. Hasta hace poco, las discriminaciones figuraban en la Constitución (la negativa del derecho al voto de los negros en los Estados Unidos, o a las mujeres en numerosos países hasta fecha muy reciente); en la actualidad, las constituciones niegan toda clase de discriminación, y cuando ésta se ejerce es por vías útiles y no aparentes. En la España actual en desarrollo democrático avanzado, la prohibición de ciertos actos de algunos partidos, de manifestaciones o de huelgas («no autorizadas», se dice, por huir de la palabra prohibición) obedecer un acto discriminatorio; alguna ley, como la de Asilo (de extranjeros refugiados, o perseguidos en sus países), ha sido denunciada por el defensor del pueblo como discriminatoria. Aparte de las leyes, la discriminación puede ejercerla las policías (por la consideración de «sospechosos»), dos padres que no aceptan en el colegio de sus hijos a personas de otras razas o religiones (o incluso con inferioridades físicas o psíquicas), los vecinos de un barrio, las asociaciones, los locales diversos (algunos tienen a su puerta encargados de «seguridad» que ejercen a su juicio esa discriminación: incluso por cuestiones de moda, como en algún caso ha sido por llevar calcetines blancos o por llevar calzado deportivo) o por una infinidad de motivos. Ha habido países cuyas normas discriminatorias se han llamado «de mala pinta», sólo por el aspecto de los individuos, que puede variar: en Marruecos, por ejemplo, estuvieron prohibidos los jóvenes de pelo largo, a los que se dejaba entrar en el país solamente si se dejaban cortar el pelo en los puestos fronterizos.
Disolución
La disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones generales para formar uno nuevo se producen casos en los que se cree que el Parlamento formado por elecciones anteriores ha dejado de representar la dosificación exacta de la opinión pública: para lo cual hay que vencer la resistencia de los ministros en ejercicio, puesto que la suposición es que la nueva opinión pública los desamparará en las elecciones inmediatas. Puede llegarse a la disolución como resultado de una falta de mayoría parlamentaria coherente que impida el voto de leyes propuestas por el Gobierno, lo cual sólo puede resultar de la ruptura de una coalición o de la deserción de diputados propios (en España, el caso de UCD, primer Gobierno formado por elecciones reales después de la dictadura, abandonado por su derecha). En muchos casos, la disolución prevista por todas las constituciones ejerce como una amenaza para hacer volver a la sumisión a los rebeldes: los partidos que temen salir debilitados de unas elecciones generales, los diputados que creen que pueden perder sus actas procuran acceder en este caso antes que caer en la disolución. Hay situaciones constitucionales en las que la disolución del Parlamento no va seguida inmediatamente de unas elecciones, sino que el jefe del Estado aludiendo a necesidades imperiosas, gobierna por decreto-ley. En los golpes de Estado autoritarios, la primera medida es la disolución de las asambleas, los partidos políticos, los sindicatos, etcétera. Es decir, la abolición de la democracia.
Disuasión
En el lenguaje habitual, disuasión es una acción psicológica y racional, destinada a convencer a otro de que cambie sus propósitos o actos; en el lenguaje político, preferentemente en el militar y nuclear, la disuasión es una amenaza, el ejercicio de la fuerza para hacer abandonar sus propósitos al adversario. Como desde el punto de vista propio se supone siempre que el otro es sin duda un agresor en potencia, disuadirle de que realicen agresiones simplemente llevar a su ánimo la idea de que la agresión puede llevarle a la destrucción. La disuasión se ha realizado siempre en el sentido del fuerte contra el débil o, en muchos casos, ha habido una disuasión mutua entre dos partes de fortaleza similar («equilibrio del terror»). En su sentido más reciente, puede aparecer como una protección o una defensa del débil frente al fuerte, y es consecuencia del arma atómica: el fuerte puede ganar fácilmente una guerra y destruir la nación agredida, pero ésta puedes tener una fuerza que, siendo mínima, puede dañar tan gravemente que llegue a disuadir a aquel de quien la agresión es mal negocio. China podría ser fácilmente destruida por un poderoso ataque nuclear de Estados Unidos, pero la fuerza atómica de China suficiente para destruir enteramente ciudades como San Francisco con todos sus habitantes. La Unión Soviética podría destruir enteramente a Francia, pero Francia aún tendría tiempo de responder con la destrucción entera de Moscú y en ese sentido el general De Gaulle utilizó la palabra «disuasión» para justificar su construcción nuclear, que Francia continúa desarrollando en el pacífico (bases de Mururoa). La noción de disuasión está relacionada con la credibilidad, es decir, que la amenaza disuasoria puede ser creída por el agresor en potencia. La disuasión nuclear se ejerce siempre sobre las poblaciones civiles: la nación débil no tiene fuerza ni capacidad suficiente para destruir la fuerza militar del adversario ─que es el concepto de ganar la guerra─, pero sí puede tenerlo para causar trágicas pérdidas en su población civil, atacando fuerte núcleo de población. Tiene poco uso en la actualidad; pero forma parte importante de la historia reciente.
Divorcio
Como otros temas propios del laicismo ─o contrarios a la monopolización por parte de los poderes religiosos, comúnmente aliados de los grandes poderes temporales─, divorcio, donde aún no existe, es una reivindicación moderada de la izquierda: así como el matrimonio civil. El matrimonio sería un contrato entre dos partes, y la base para el divorcio o anulación de ese contrato es que no hay ninguno que pueda considerarse como eterno, sin más límite que la muerte de uno de los contratantes. El poder de casta tiende siempre al control de la familia, considerado en los regímenes-corporativos como «célula básica de la sociedad» y elemento conservador: de ahí su posición ante el divorcio. Pero los partidos de la izquierda, divorcialistas en general, son muy cautelosos en la exposición programática de la disolución del matrimonio en las sociedades donde no exista, por miedo a perder clientela electoral en las mujeres, que por la constitución de esa sociedad es la parte más débil en caso de divorcio. La Iglesia Católica sigue prohibiendo el divorcio en su seno, aunque tenga el suyo propio (disolución del matrimonio) por causas muy determinadas, pero cada vez más amplias en su admisión, que resuelve el tribunal eclesiástico de la Rota; sin embargo, los partidos católicos o hasta vaticanista no tienen puntos programáticos contra el divorcio en los países avanzados o donde existe ya, por no perder votos. La lucha política aún puede hacerse sobre las condiciones exigibles para la confesión judicial del divorcio, donde quien lo solicita debe probar la imposibilidad real de mantenerlo, aunque en las sociedades de mayor civilización basta con el mutuo acuerdo; cuando no lo ahí es cuando el juez de familia debía decidir las condiciones, cuidar las dos partes tenidas en cuenta las terceras afectadas (hijos). Aunque parece una conquista definitiva, sobre todo a partir de la revolución sexual, el regreso del conservadurismo en muchos países (y no sólo en los cristianos: el islamismo admite, sobre todo, el repudio de la esposa) puede volver a limitar las condiciones en que se conceda.
Dogmatismo
Creencia en que un cuerpo de doctrina política encierra la verdad absoluta, inalterable, sean cuales sean los cambios históricos, económicos o coyunturales que se produzcan. Estrechamente ligado al fanatismo, impide toda posibilidad de discusión que no sea una exaltación de dicha verdad o la aportación de nuevos datos para sostenerla. El dogmatismo, parecido muchas veces a la fe, la iluminación o el conocimiento, suele ser, por el contrario, desesperación ante la multiplicidad de opciones y de ideas que se ofrecen y entre las que es difícil elegir; el dogmático, o dogmatizado, incapaz de elegir o de reflexionar, prefiere sostener la doctrina original cerrándose y cegándose a cualquier otra versión. Puede encontrarse este tipo de exageraciones entre los fundamentalismos y los integrismos islámicos del día, y en algunos nacionalismos que no vacilan en el asesinato para expandir sus ideas (terrorismo). La Iglesia del papa Juan Pablo II ha procurado restaurar algunos dogmas que quedaron dañados durante el Concilio Vaticano II y el reinado aperturista de Juan XXIII. Hay dogmáticos optimistas, convencidos de que la verdad se abrirá paso, puesto que es la única posible, y ahí dogmáticos pesimistas o escépticos que dudan de que la verdad a que se abrazan sea realmente una verdad, pero que al considerar discutibles todas las demás enunciaciones políticas prefieren atenerse a la oficial y cumplirla sin vacilaciones. El dogmatismo se produce preferentemente en los grupos políticos extremistas, para los cuales la persecución, la vida arriesgada, el sentido de la lucha que dan a la política sólo pueden sostenerse mediante creencias absolutas. Cuando un dogmático extremista deja de serlo, porque le alcanza la noción de que su verdad no es tal, puede fácilmente convertirse en amargado, angustiado, renegado, hasta traidor; y aplicar su dogmatismo a luchar contra quienes fueron sus compañeros. Es, sobre todo, una cuestión de temperamento.
Dominó
Teoría de política de fuerza, según la cual la cesión o la pérdida de un punto básico implica la caída de todos los que le son contiguos, como las fichas de un juego de dominó puestas en pie y en fila al caer una de ellas sobre la siguiente. Lleva en sí la idea de que hay que hacer el esfuerzo máximo sobre cada cuestión en disputa. En los Estados Unidos empleó durante la guerra del Vietnam y resultó cierta: la pérdida de ese país para su estrategia supuso la de toda la península de Indochina, aunque luego la historia subsiguiente ha rectificado algunas situaciones. No implica que la teoría se acierta: se puede suponer que la entrega o la renuncia a una parte podría, por el contrario, no ser desastrosa para el todo.
Droga
La extraordinaria difusión de toda clase de drogas y el valor de su mercado clandestino en el último cuarto del siglo XX ha dado lugar a situaciones políticas que algunas veces no han sido utilizadas más que como pretexto. Dentro de la Guerra Fría se especuló en los medios conservadores con la idea de que la droga se expandía en Occidente por la obra de la Unión Soviética, para «desmoralizar a la juventud» y apoderarse fácilmente de todo. Los Estados Unidos han utilizado el pretexto de la droga para hacer una intervención militar directa en Panamá y secuestrar a su jefe de Estado, Noriega, acusado de tráfico de drogas, cuando en realidad estaban interesados en neutralizar los efectos de ese dudoso personaje en las rebeliones de Centro América y de quitarle de su puesto antes de la caducidad del tratado del Canal. Muchas formas de poder en Estados Unidos no están exentas del tráfico, al monopolizarlo la mafia; y en Italia, tras la operación judicial «manos limpias», se han descubierto negocios y complicidades de políticos eternos con las mafias. En Colombia, los traficantes han formado un estado centro del Estado, y han llegado a declarar la guerra al Gobierno y asesinar a jueces, fiscales, políticos y periodistas. Pero el verdadero debate político sobre la droga está en la posibilidad de su legalización, al igual que otras drogas que no llevan ese nombre, como el alcohol o el tabaco, cuyo consumo está en muchos países nacionalizado y en todos rinde grandes beneficios al Estado, que al mismo tiempo recomienda la abstención porque su uso es dañino para la salud. La legalización, como dicen sus partidarios, haría descender inmediatamente sus precios y, por lo tanto, el delito en torno a ella; tanto el de tráfico perseguido como el cometido por el individuo para poder pagar su adicción; disminuiría también, dentro del consumo, la presión psicológica de lo prohibido. El argumento histórico es el de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos, que produjo la gran época del gansterismo y la mafia, que no han desaparecido nunca más, aunque hayan transformado su negocio hacia otras adicciones (juego, prostitución, drogas). El punto de vista contrario sostiene que la legalización extendería el uso, y personas que ahora están contenidas en el consumo por el miedo a la prohibición y la clandestinidad se entregarían a él. Es inevitable señalar que la fuerza de los traficantes de drogas, su enorme poder económico con el dinero «blanqueado» en grandes empresas, y su capacidad de soborno harán siempre imposible la legalización, que destruiría su poder y su negocio. Como señas de identificación de las dos posturas, puede decirse que corresponden a las formas habituales del doble pensamiento: la derecha represiva y culpabilizadora niega cualquier posibilidad de legalización, la izquierda más libre o libertaria la considera como una salida, y quizá a la larga como una solución. Algunos pensadores estiman que la droga desaparecería, como el alcoholismo, cuando los individuos dejarán de estar sometidos a situaciones miserables que los obliga a evadirse de la realidad: desde los mineros del altiplano de Bolivia —cocaína— a los grandes ejecutivos que necesita el estímulo para luchar contra la concurrencia, la edad, las responsabilidades y el conjunto de situaciones que se conocen como estrés. Droga son todos los estimulantes u es super pacientes no legalizados (como el alcohol, el tabaco o ciertos medicamentos cuyo uso no específico puede surtir los mismos efectos). Su movimiento mundial mantiene una economía superior al del presupuesto de varios países; habría que sumarle el de los gastos nacionales e internacionales en su represión, persecución, juicio y encarcelamiento y los de atención a sus víctimas. Puede haber países (Colombia) enteramente en poder de los narcotraficantes; se les atribuye la posesión de negocios lícitos (algunas multinacionales) o tolerados (juego, prostitución) para blanquear el dinero obtenido por la droga. Esos negocios legales podrían servir para subvencionar o sobornar o corromper a personas de las clases políticas, policiacas o periodísticas, de una manera aparentemente honesta, por su colaboración o por su lenidad. El debate de la legalización de las drogas aparece continuamente en las sociedades: si las declaras prohibidas gozarán de los mismos derechos que las otras que producen beneficios al Estado (impuestos sobre alcoholes, monopolio o impuesto sobre el tabaco y el juego), podría quizá extender su uso, que produce daños a veces irreparables en las personas adictas, pero se eliminaría la delincuencia que produce a partir de la necesidad de dinero del drogado para adquirir su necesidad, que a veces ha de convertirse en pequeño delincuente, hasta del gran traficante, pasando por la del pequeño vendedor callejero. Puede decirse que tal interés presiona con toda su fuerza, que es mucha, desde el crimen directo al soborno, para que no se llegue a la legalización. Colabora con estos interesados una moral y un miedo de la sociedad a la pérdida de valores de su conciencia que supondría la venta controlada por médicos y farmacias, o totalmente libre.
Portada del libro de Eduardo Haro Tecglen«Éste es un diccionario de uso para el entendimiento y la divulgación de la terminología política; poco apoyado en autoridades inscritas, extraído de la costumbre de escribir de estos asuntos durante más de medio siglo de interrogarme a mí mismo sobre el verdadero significado de lo que se está usando. Y unos puntos de vista que muchas veces son estrictamente personales, y deseo que se note que no son más que eso: una opinión al paso de un discurso general. El ánimo de hacerlo, la lucha contra la entropía que también padece el ser humano (mar, aún, que nadie: el envejecimiento es la mayor entropía y el mayor consumo de algo vivo que se conoce) está, además de en el estímulo de la editorial, en el hecho de que el primer Diccionario que escribí conoció muchas ediciones y fue frecuentemente citado, pero que ya está afuera de circulación. Y, en fin, que se trata de mi trabajo, y tengo que seguir trabajando hasta el final.»”

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