Su preponderancia data de la década de los setenta, cuando la industria alimenticia estadounidense se vio obligada a sustituir las, por entonces, maliciosas grasas saturadas por azúcar. El gobierno federal había aprobado duras medidas contra la grasa, por aquel entonces las culpables de la obesidad y de diversos problemas de salud del país, y los grandes productores sustituyeron su sabor y sus cualidades nutritivas por azúcar procesado. Desde entonces su consumo se ha disparado. Es una nueva droga.
Hasta el punto que sus efectos nocivos en la salud de la población se han pasado por alto. Como supimos de forma reciente, el conglomerado alimenticio presionó a la comunidad científica, financiando estudios favorables, para limpiar la imagen del azúcar procesado. Se pasó a los productos 0% materia grasa, pero atestados de azúcares, por lo que los niveles de obesidad nunca bajaron (hoy son altísimos en casi todos los países desarrollados).