26/04/2024

Mitos de la ciencia desmitificados

RESFRIADOS A CAUSA DEL FRÍO
Lo primero es lo primero, un resfriado es una enfermedad infecciosa causada por un virus, así que no tiene nada que ver con una gripe, algo un pelín más peliagudo, y no es el frío su causante. Los virus están en el ambiente y cada vez que respiramos ingerimos una buena cantidad. Para que un virus nos afecte primero tiene que conseguir saltarse unos cuantos sistemas de defensa que tiene nuestro cuerpo. El primero de ellos es uno bastante asqueroso y verde, por norma general: los mocos. El moco recubre la superficie de las vías respiratorias para limpiarlas del polvo, los virus y las bacterias que vamos inhalando.

Su funcionamiento básico es semejante a una capa en movimiento. En la superficie de las células de la tráquea hay un tipo de «pelos» (denominados cilios), que hacen unas pulsaciones rítmicas. Este movimiento hace que el moco se vaya desplazando lentamente hacia arriba, hasta que llega al cuello y estragado. De manera que el destino final de los virus suele ser terminar pegados en una pasta de mocos y acabar digeridos por el ácido del estómago.

Por eso, cuando un virus nos ataca y consigue su propósito, nuestro cuerpo reacciona fabricando, como primera medida, más mocos todavía. Por eso te recomiendan que bebas mucha agua, no porque te deshidrates, que también puede ser posible, sino más bien para que esa capa de moco se mantenga fluida y pueda ser removida con facilidad por los cilios que contienen las células de la tráquea. Recuerda que al ser un virus, los antibióticos no son demasiado efectivos.

Recuerda también que aquello que dijo Linus PaulingLinus Carl PaulingLinus Carl PaulingWikipedia, a la sazón Nobel de Química y de la Paz, sobre que la vitamina C curaba el resfriado, se ha demostrado que no es cierto.

¿PARA QUÉ DEMONIOS SIRVE LA VITAMINA C?
Si no sirve para prevenir o ayudar a no refugiarse, entonces ¿para qué sirve? En un primer momento, a todos se nos viene a la cabeza la palabra escorbuto. Antiguamente, los marineros solían sufrir de escorbuto. La enfermedad que hacía que las encías sangraban, las articulaciones doliera, las heridas no cicatrizar y que al final causaba más muertos entre la tripulación de los barcos que las batallas a cañonazos con el enemigo.

Pero hete aquí que un médico inglés, James LindJames LindJames LindWikipedia, se dio cuenta de que añadiendo zumo de lima a la dieta de los marineros se podía prevenir el escorbuto. La cuestión es ¿cómo hace la vitamina C para conseguir prevenir el escorbuto?

Pues la clave es que la vitamina C, o ácido ascórbico, es una molécula que participa en diferentes reacciones químicas del nuestro metabolismo. Curiosamente, una de ellas es la conversión de un aminoácido denominado prolina a otro, ligeramente diferente, llamado hidroxiprolina. La hidroxiprolina es imprescindible para fabricar colágeno, que es la proteína principal de los tejidos conectivos. Nuestros músculos, el pelo, los tendones y toda la fibra que nos sirve de apoyo físico están hechos principalmente de colágeno. El colágeno es el equivalente del cemento biológico de los animales.

Por eso, las heridas no cicatrizan correctamente cuando tienes escorbuto o carencia de vitamina C porque hace falta colágeno para sintetizar el nuevo tejido cicatrizado. Las articulaciones duelen porque hay que ir añadiendo colágeno para compensar el desgaste. Y, al final, las hemorragias se generalizan porque las paredes de los vasos sanguíneos no se pueden reparar correctamente. Fíjate lo simple que es añadir algunos limones o verdura fresca ante una ingesta diaria para evitar todos estos desastres.

Además, la vitamina C también es antioxidante, y participa en la síntesis de otras moléculas, hormonas, aminas biógenas.

LOS ANTIBIÓTICOS CURAN LA GRIPE

En invierno, en cuanto aparece un brote de gripe, era muy frecuente tomar antibióticos para acelerar la curación. Muchas personas, aún hoy en día, aseguran que de esta manera se recuperan más rápidamente del malestar causado por la gripe. Pero el caso es que ningún antibiótico parece hacer nada contra el virus de la gripe. El motivo es que la gripe, da igual el tipo que sea, es causada por un virus, y los antibióticos únicamente actúan contra las bacterias.

Para la mayoría de los humanos la diferencia entre una bacteria y un virus es insignificante: los dos son microorganismos que causan enfermedades. Pero sus diferencias son abismales. Tanto es así, que una bacteria tiene mucho más en común con nosotros que con un virus.

Nosotros estamos hechos de células. Puede ser de diferentes tamaños y formas, pero tienen una serie de características comunes. Una membrana que la isla del exterior, un citoplasma donde flotan en el interior de la célula todos los órganos necesarios para crear energía, fabricar y transportar diferentes sustancias y, un núcleo, dentro del cual tenemos el ADN, el libro gordo de PeteteLibro gordo de PeteteLibro gordo de PeteteWikipedia, en el cual se encuentran las instrucciones para que cada célula sepa que tiene que hacer y cómo debe comportarse específicamente en nuestro organismo.

En el caso de las bacterias la cosa es distinta, aunque no mucho. Para empezar, no hay un núcleo, pero sí tienen membranas celulares que las aíslan del exterior. Las membranas son más complejas y más gruesas que las de nuestras células, aunque ejercen una función similar. Son tan gruesas que las denominamos «paredes». En el interior no ahí orgánulos, pero sí hay ADN y también la maquinaria para fabricar las sustancias que hace la bacteria. No es semejante a la nuestra, aunque tiene su propia complejidad.

Lo que hacen los antibióticos es aprovechar algunas de estas diferencias para matar las bacterias. Dañan la pared bacteriana o inhiben la fabricación de proteínas. Puesto que tanto la pared bacteriana como la maquinaria para fabricar proteínas son diferentes de las de nuestras células, los antibióticos pueden matar a las bacterias sin afectarnos a nosotros. Al menos en principio, porque, como todos los medicamentos, también tienen efectos secundarios.

Pero los virus son una cosa muy diferente. No tienen membranas, no tienen paredes, no tiene maquinaria en la que se pueda interferir, no tienen prácticamente nada. Únicamente un fragmento de ADN (a veces es ARN) y unas proteínas que lo rodean. Su metabolismo es nulo. No hacen nada de nada. Simplemente, están flotando inertes hasta que se encuentran con una membrana celular. Entonces las proteínas que rodean el ADN vírico actúan como una jeringuilla o como un transportador que introduce el ADN del virus dentro de nuestra célula, y a partir de él nuestra propia maquinaria celular es la que, inadvertidamente, se encarga de ejecutar las instrucciones del ADN del virus. Estas instrucciones, que normalmente sirven para fabricar mucho más virus, hace que al final la célula acabe reventando y liberando muchísimos nuevos virus.

El problema estriba en que el virus no contiene nada que pueda ser atacado. No podemos inferir en su metabolismo, pues, este es inexistente. Tampoco podemos romper una membrana invisible. Básicamente, no podemos matarlo, ya que tampoco podemos decir, taxativamente, que esté vivo. Y esta es la causa básica por la que los antibióticos no pueden hacer nada al virus de la gripe y, como es de esperar, a ningún otro.

LA VELOCIDAD DEL PENSAMIENTO HUMANO
Siempre se ha dicho que nada hay más rápido que el cerebro humano a la hora de transmitir ideas, dar órdenes o simplemente reaccionar ante un estímulo. Este concepto puede ser erróneo en lo que a hardware1. m. Inform. equipo (‖ conjunto de aparatos de una computadora). se refiere. Si lo estudiamos someramente, descubrimos que su funcionamiento es mucho más lento de lo que podría ser. Ello se debe a que la electricidad se transmite muy ineficazmente entre las neuronas: la velocidad máxima es de 640 kilómetros hora, pero en algunos casos apenas se logran más de 2 kilómetros hora. Si comparamos estas velocidades con la electricidad que es capaz de discurrir por un cable de cobre, comprobaremos que se llegan a alcanzar velocidades de mil millones de kilómetros por hora. Podemos, por tanto, intuir que la electricidad que fluye por nuestro cerebro se puede asemejar bastante a una manguera que está llena de agujeros a lo largo de su recorrido, lo que produce interminables fugas y una pérdida de datos considerable.

Por otro lado podemos pensar que esto nos permite sobrevivir de forma más o menos cómoda ya que procesamos una parte ínfima de lo que nuestros sentidos son capaces de captar. Imagínate que fueras capaz de amplificar por mil el dolor más insignificante. O por el contrario, amplificar por mil un simple orgasmo. Quizás te pueda parecer una pasaba, pero si lo piensas con detenimiento puede que no estés por la labor. Esto nos lleva a concretar, en términos generales, que nuestros sentidos reciben unos 10 millones de bits de información por segundo, por lo que al final agradecemos que conscientemente sólo procesemos entre siete y cuarenta bits. Nada más que tenemos que observar la reacción de nuestras mascotas perrunas cuando son las fiestas del pueblo o cualquier otro motivo de celebración y se dedican a tirar petardos y cohetes sin ton ni son. Parece que no es demasiado satisfactorio tener unos sentidos excesivamente desarrollados y capaces de percibir cualquier sensación en su máxima expresión.

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