Serendipias que han salvado a la humanidad
SERENDIPIA

FÜLÖP SEMMELWEIS, EL SALVADOR DE LAS MADRES

A mediados del siglo XIX la muerte durante los partos era una constante, principalmente debido a la falta de higiene y el desconocimiento de la forma de contagiarse las enfermedades. Además durante la cuarentena después de dar a luz, el conocido como puerperio, se producía una mutación séptica, defensa natural del cuerpo ante una infección, que en dichos tiempos era denominada fiebre puerperal y que mataba a cuatro de cada diez madres recientes. Pero hubo alguien, en concreto un médico novato húngaro, Ignác Fülöp Semmelweis que se dio cuenta que cuando las comadronas eran las que atendían los partos y no los médicos, la fiebre puerperal sufría una disminución considerable.
El hospicio donde trabajaba disponía de dos salas de partos: una dirigida por el doctor Klein y otra por el doctor Bartch. En la primera, la mortalidad medida en 1842 había registrado una cifra del 30%, pero en los primeros meses de 1846, el año en que el joven médico húngaro entra a formar parte de la plantilla, la cifra ronda el 96%. Utilizando un rudimentario método epidemiológico comienza a estudiar las diferencias en ambos pabellones: el de Klein es más frecuentado por los estudiantes de medicina, quienes atendían a las parturientas después de sus sesiones de medicina forense en el pabellón de anatomía. En cambio la sala de partos de Bartch es más utilizada por las matronas, pero cuando los estudiantes visitan su sala la mortalidad también aumenta en esta. Esto le lleva a formular la ingeniosa (y correcta) teoría de que los estudiantes transportan algún tipo de «materia putrefacta» desde los cadáveres hasta las mujeres, siendo ese el origen de la fiebre puerperal.
…Una vez que se identificó la causa de la mayor mortalidad de la primera clínica como las partículas de cadáveres adheridas a las manos de los examinadores, fue fácil explicar el motivo por el cual las mujeres que dieron a la luz en la calle tenían una tasa notablemente más baja de mortalidad que las que dieron a luz en la clínica….
Entonces Semmelweis decidió poner lavabos antes de las salas de parto y la mortalidad descendió hasta tan solo un 1 %. Por vanidad o por envidia, los principales cirujanos y obstetras europeos ignoran o rechazan su descubrimiento. Lo expulsan de la unidad de maternidad. En palabras de uno de los profesores que lo avalaban, el doctor Hebra:
Cuando se haga la Historia de los errores humanos se encontrarán difícilmente ejemplos de esta clase y provocará asombro que hombres tan competentes, tan especializados, pudiesen, en su propia ciencia, ser tan ciegos, tan estúpidos.
Después de tan triste rechazo, enloqueció. En realidad se cree que sufrió Alzheimer o algún tipo de demencia precoz, lo que le llevaba sufrir alucinaciones. Poco después sufre una leve mejoría y vuelve al terreno de juego, donde demuestra que su teoría tiene validez. Mientras esta diseccionando un cadáver, después de abrirlo, con el mismo bisturí se produce un corte a sí mismo. Cuando uno de los médicos que lo defendía acude a ver como se encontraba, observo que sufría los mismos síntomas que las mujeres que sufrían fiebre puerperal.
El Hospicio General de Viena es actualmente un edificio rosa con verja negra; en su interior puede verse la estatua de un hombre sobre un pedestal que representa al profesor Semmelweis. Bajo la efigie se ha colocado una placa con la inscripción: «El salvador de las madres».
LOUIS PASTEUR, PÁNICO A LA SUCIEDAD

Otro personaje que tenía miedo obsesivo con la suciedad y las infecciones es Louis Pasteur. Fue uno de los precursores de esa nueva forma de saludar que no incluía dar la mano y lavarse los utensilios de comer siempre antes de utilizarlos. El clásico apretón de manos, de hecho, provoca que los gérmenes pasen de una persona a otra extendiendo rápidamente y fácilmente enfermedades contagiosas que se transmiten de esta manera. Todos sabemos que lavarse las manos es imprescindible para no transmitir gérmenes, así pues es normal que un apretón de manos es el vehículo preferido de muchos gérmenes. Sobre todo en situaciones de resfriados o cuando estamos manipulando productos sucios.
Uno de los más famosos cirujanos que siguió sus consejos fue el británico Joseph Lister, quien desarrolló las ideas de Pasteur y las sistematizó en 1865. Lister es considerado hoy el padre de la antisepsia moderna, y realizó cambios radicales en el modo en el que se realizaban las operaciones: los doctores debían lavarse las manos y utilizar guantes, el instrumental quirúrgico debía esterilizarse justo antes de ser usado, había que limpiar las heridas con disoluciones de ácido carbólico (que mataba los microorganismos). Antes de Lister y Pasteur, pasar por el quirófano era, en muchos casos, una sentencia de gangrena y muerte. El propio Pasteur, en 1871 sugirió a los médicos de los hospitales militares a hervir el instrumental y los vendajes. Describió un horno, llamado «horno Pasteur», útil para esterilizar instrumental quirúrgico y material de laboratorio y en él tuvieron entero apoyo.
Pero Pasteur no creía en la suerte o mejor dicho, en el azar. Llego a demostrar, a pesar de que sus contemporáneos creían que la fermentación era un proceso químico, que todo proceso de descomposición orgánica y la fermentación era obra de organismos vivos. No existía la generación espontánea. Con la ayuda del microscopio, descubrió que en realidad intervenían dos organismos ─dos tipos de levaduras─. Una producía alcohol y otra, ácido láctico, que era la que agriaba el vino.
Otros de sus descubrimientos fue la pasteurización, en 1864, que se utilizaba para eliminar, aunque no de forma total, agentes patógenos (bacterias, protozoos, mohos, levaduras, etc.) que podían echar a perder el, vino, la leche o la cerveza. Siempre que el producto pasteurizado sea mantenga refrigerado correctamente y se consuma dentro de los límites de la fecha de caducidad. La pasteurización se basa en calentar los productos alimenticios por debajo del punto de ebullición, ya que si se sobrepasa ese punto, el producto y sus características sufren variaciones notables en su física y en su química que lo harían inservible. El método consiste en elevar la temperatura de forma muy rápida durante breves espacios de tiempo. La leche por ejemplo se hierve a 138º durante al menos dos segundos, lo que degrada el producto final mínimamente. En el caso del vino, los productores se negaban taxativamente a calentarlo, por lo que hubo que demostrarles de lo que era capaz de beneficiar la pasteurización probando el proceso en pequeños lotes.
Y luego tenemos las vacunas. En 1880, Pasteur se encontraba realizando experimentos con pollos para determinar los mecanismos de transmisión de la bacteria responsable del cólera aviar que acababa con muchos de ellos. Junto con su ayudante, Charles Chamberland, inoculaban la bacteria (Pasteurella multocida) a pollos y evaluaban el proceso de la enfermedad.
La historia cuenta que Pasteur iba a tomarse unas vacaciones, y encargó a Chamberland que inoculase a un grupo de pollos con un cultivo de la bacteria, antes de irse el propio ayudante de vacaciones. Pero Chamberland olvidó hacerlo, y se fue de vacaciones. Cuando ambos volvieron al cabo de un mes, los pollos estaban sin infectar y el cultivo de bacterias continuaba donde lo dejaron, pero muy debilitado. Chamberland inoculó a los pollos de todos modos y los animales no murieron. Desarrollaron algunos síntomas, y una versión leve de la enfermedad, pero sobrevivieron.
El ayudante, abochornado, iba a matar a los animales y empezar de nuevo, cuando Pasteur lo detuvo: la idea de una versión débil de la enfermedad causante de la inmunidad a su símil virulenta era conocida desde 1796 gracias a Edward Jenner y Pasteur estaba al tanto. Expuso a los pollos una vez más al cólera y nuevamente sobrevivieron pues habían desarrollado respuesta inmune. Llamó a esta técnica vacunación en honor a Edward Jenner. La diferencia entre la vacuna de Jenner y la de antrax y cólera aviar, es que estas fueron las primeras vacunas de patógenos artificialmente debilitados. A partir de ese momento no hacía falta encontrar bacterias adecuadas para las vacunas, las propias bacterias de la enfermedad podían ser debilitadas y vacunadas.
LA ASPIRINA Y LA HEROÍNA
Los egipcios usaban para el control de la fiebre y de dolor en general la corteza de sauce blanco. También los griegos y los indios americanos. En 1763 Edward Stone presentó un informe en la Real Sociedad de Medicina Inglesa donde detallaba las propiedades terapéuticas de la corteza del sauce blanco (Salix Alba), cuyos extractos había suministrado, con éxito, a 50 pacientes con fiebre. En 1828, científicos alemanes sintetizaban el principio activo de la corteza del Salix Alba, una sustancia amarillenta que formaba cristales de sabor muy amargo que se llamó salicina.
Un químico francés llamado Charles Frédéric Gerhardt había conseguido acetilar la salicina en unos experimentos realizados en 1853 que quedaron relegados en el olvido, aun habiendo sido recogidos en la literatura científica de su tiempo. Los experimentos de este químico francés fueron la referencia de Félix Hoffman, que trabajaba para Bayer, para llegar al descubrimiento del ácido acetilsalicílico.
El interés del joven químico garantizaba el éxito de la investigación. El 10 de Octubre de 1897 Hoffman describía la forma en que había conseguido la síntesis del ácido acetilsalicílico, AAS, comercializado dos años más tarde bajo el nombre de Aspirina. Sus propiedades terapéuticas fueron descritas, dos años después, como analgésico y antiinflamatorio por el farmacólogo alemán Heinrich Dreser, que también trabajaba en la Bayer.
Heinrich Dreser creía que la aspirina era mucho menos efectiva para dolencias y resfriados que la heroína, de la cual se encargó en su lanzamiento comercial. La heroína (diacetilmorfina) DCI es una droga semi sintética, derivada de la morfina y originada a partir de la adormidera, de la que se extrae el opio. Estaba convencido de que este nuevo compuesto que había experimentado en carnes propias tenía efectos que te convertían en un héroe. Bajo ese nombre la comercializo en 1898, heroína.
Se comenzó a comercializar bajo cualquier formato posible: bebida, pastillas, pomadas. Todo el mundo alababa sus virtudes y que ni producía adicción, ni tenía propiedades hipnóticas. Se hicieron estudios, más de 200. Pero al poco tiempo llegaron otros estudios que confirmaban la inmunidad de ciertas personas a sus beneficios a no ser que se fuera aumentando la dosis gradualmente. En 1913 se eliminó del mercado como producto comercial sin riesgos para la salud. Pero ya era tarde, los hospitales americanos se llenaron de abuelitas yonquis por doquier.