20/04/2024

La moralidad en tiempos de Franco: los trajes de baño y la moralidad de las playas

Después de la guerra civil, uno de los puntales en cuanto a moralidad eran las playas. Hoy en día nos parecerían ridículas las medidas adoptadas. Todo era por el bien de los espíritus y había que contener el «desnudo veraniego», que conllevaría al desmadre de las almas que se corrompieran. Pero lo peor de todo esto es que en España, aún hoy en día perviven personas que creen fervientemente en estás actuaciones y muchas de las nuevas personas que acuden a nuestro país, han hecho que lo que vamos a relatar sea liberal comparado con sus ideas. Me refiero al mundo musulmán.

En una revista religiosa de 1976, Jesucristo, su mensaje ¿es válido hoy? podíamos leer:

  • Modas satánicas: bikinis y pantalones ajustados.
  • Pecan las madres por comprárselos a sus hijas.
  • Pecan las chicas por usarlos.
  • Pecan los hombres al verlos.
  • Palabras de María Santísima en Fátima.

En la década de los 40 y en parte de los 50 la lucha contra el exhibicionismo playero tuvo un repunte asombroso. Aunque ya se veían bikinis por todo el mundo civilizado, en España ni tan siquiera se insinúa pues la tijera censora hace sus recortes oportunos.

En las Circulares de la Dirección General de Seguridad de 1944 en el momento que se acercaba el aumento de temperatura estival e incitaba a las personas a desalojarse de cierta cantidad de ropa, sobre todo en las zonas de esparcimiento y recreo se recordaba:

Ha de desterrarse de nuestras prácticas sociales todo aquello que recuerde la de nuestros derrotados enemigos…; y en evitación de que persistan estas licenciosas conductas, se han dado órdenes severas a los agentes de la autoridad para que sean corregidas en el acto.

El famoso baño de Fraga Iribarne en la playa de Palomares, en Almeria para despejar dudas sobre lo atómica que era la playa después de haber perdido los americanos una bomba atómica cerca de donde se baño FragaLos bandos de los gobiernos civiles avisaban que «se prohíbe la permanencia en playas y piscinas sin el albornoz puesto». El traje de baño debía ser completo en ambos sexos. Lo que implicaba que el hombre llevara en traje de baño con tirantes anchos, con la espalda y el pecho cubierto, y a partir de los años 50 se comenzó a permitir, más bien tolerar, la utilización del famoso Meyba, el bañador simple que solo tapaba cadera y pubis en los hombres. Por ejemplo, el gobernador Arellano, de La Coruña, dictó orden de que a partir de los dos años, los niños y las niñas debían usar traje de baño obligatoriamente.

Pero claro, el bañador dejaba mucho menos espacio a la imaginación y más a la realidad con lo que había que que permitir que este momento de “desnudez” fuera lo más breve posible. Para ello, solo se permitía estar en bañador exclusivamente dentro del agua y en cuanto se saliera había que usar albornoz.

La compleja normativa gubernamental sobre baños fue refundida y promulgada por una circular del Ministerio de Gobernación en 1951, en la que incluían las siguientes disposiciones:

Queda prohibido el uso de prendas de baño indecorosas, exigiendo que cubran el pecho y espalda debidamente, además de que lleven faldas para las mujeres y pantalón de deportes para los hombres.
Queda prohibida la permanencia en playas, clubs, bares, etcétera, bailes y excursiones y, en general, fuera del agua, en traje de baño, ya que éste tiene su empleo adecuado, y no puede consentirse más allá de su verdadero destino.
Queda prohibido que hombres y mujeres se desnuden o vistan en la playa, fuera de la caseta cerrada.
Queda prohibida cualquier manifestación de desnudismo o de incorrección en el mismo aspecto, que pugne con la honestidad y buen gusto tradicional entre españoles.
La separación de sexos es obligatorio; en ñas piscinas se establecían turnos, con distintos horarios para hombres y mujeres. Así que las familias debían dividirse y de esta manera, el padre iba con los niños y la madre con las niñas. Un bando gubernativo obliga a tener una parte de la playa acotada para uso exclusivo de señora. Por supuesto el uso común de casetas y vestuarios y jugar sin albornoz esta rigurosamente prohibido. La Iglesia, abanderada por sus obispos y párrocos se ocupan de dejar constancia de sus ideas. Exigían la separación de sexos en playas y piscinas con la llegada del verano, incluso a los miembros de una misma familia.

El reaccionario obispo de Las Palmas, monseñor PildainAntonio Pildain y ZapiainAntonio Pildain y ZapiainWikipedia , ordeno a sus sacerdotes:

que niegen la absolución a todas las personas que, previamente advertidas, persistieran en su intención de continuar tomando baños de sol en traje de baño en compañia de otro sexo. Y advertimos desde ahora que si alguno de ellos desobedeciera este mandato episcopal, queda ipso factoExpresión latina que significa «inmediatamente», «en el acto» suspenso de licencias para confesar en esta diócesis.

En esta misma línea antidesnudista, el II Congreso de Moralización, celebrado en diciembre de 1952, tras pedir «a las autoridades de las normas de moralidad se lleven a la práctica con todo rigor»,solicitó de los poderes públicos, «ante el incremento de las piscinas, una disposición en que, claro y terminante, se prohíba la promiscuidad de los sexos». Las razones teológicas de tanta severidad las explicaba así el docto capuchino padre Quintín de Sariegos: «el hombre que contempla impasible a una joven en maillot o bikini, no es hombre normal: o es un tarado o un pervertido en su naturaleza».

Los españoles hicieron poco o ningún caso a las autoridades religiosas. Por ello la jerarquía católica y las asociaciones de apostolado seglar toman medidas: crean sus propias piscinas y reservados playeros para señoras. Los más célebres de estos centros-balnearios eclesiásticos fueron Benimar en Valencia, Apóstol Santiago en Madrid , y Casablanca en Zaragoza.

Todavía en 1958, cuando la invasión turística se hallaba ya en puertas, el Congreso de la Familia Española, organizado por el batallador y polivalente Manuel Fraga IribarneManuel Fraga IribarneWikipedia, aprobó la siguiente conclusión:

Consideramos que se debe favorecer y estimular la instauración de playas arrendadas, bien en su integridad, donde sea posible, o bien en zonas acotadas por entidades de carácter apostólico consagradas a tutelar y a fomentar las sanas costumbres, tales como la Acción Católica, la Asociación Católica de Padres de Familia y otras más.

Un hecho que aclara bastante el cariz oscurantista y celtibérico de estos cotos playeros es el ocurrido en las playas de El Sardinero de Santander en el verano de 1950. Se celebraban en el Palacio de la Magdalena los famosos cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). A pesar de nuestra deteriorada imagen política en el exterior, acudieron bastantes extranjeros, alumnos y alumnas. Fueron acogidos de forma entusiasta, como un triunfo patriótico contra las campañas antiespañolas destacadas en Europa.

Palacio de la Magdalena la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
Palacio de la Magdalena la Universidad Internacional Menéndez Pelayo

Entonces surgió el problema. Las alumnas resultaron, además de estudiantes, mujeres, y jóvenes por añadidura. El diablo no perdió el tiempo e introdujo es sus lindas cabecitas una idea infernal: acudir a la playa de El Sardinero a bañarse con un desvergonzado traje «dos piezas» que dejaba al descubierto sus ombligos. El escándalo fue monumental, por más que las muchachas protestaran de sus inocentes intenciones.

En situaciones semejantes, intervenía el guardia vigilante en la playa ─uniformado de azul y con zapatillas blancas─ y se llevaba a los infractores, a quienes posteriormente se imponía una multa. En este caso, sancionar a las alumnas extranjeras de la Universidad hubiera quedado politicamente muy incorrecto. Así que optamos por sacar nuestra canallesco ingenio español que se acomoda a opciones difíciles: En este caso se decidió acotar la playa de la Magdalena para uso exclusivo de las estudiantes, sin limitación de indumentaria.

Las restantes playas santanderinas siguieron, claro está, sometidas a la reglamentación vigente y los bañistas habían de vestir su traje «completo» y su albornoz. Las jóvenes extranjeras podían perderse sin problemas. Los españoles, por nada del mundo. Deberíamos ser la reserva espiritual de Occidente.

Los hombres se encontraban tirados en las arenas de la playa con albornoz, las mujeres se dedicaban a hacer punto o ganchillo bajo las sombrillas vestidas de calle. por supuesto conseguir un bronceado en estas condiciones es realmente complicado. Hicieron su aparición ungüentos bronceadores para conseguir un color agradable. El más apreciado de estos productos se vendía la marca «Visnú».

Los chicos se entretenían jugando al fútbol. Pero la libertad de movimiento quedaba coartada por los albornoces, así que estos quedaban apilados en montoncitos que simulaban la delimitación de una portería. Claro esta, siempre alguno tenía que quedarse de vigía para que no fueran multados por las autoridades. Las mayor severidad moral se dio en las provincias norteñas. Como Navarra carece e litoral, se rumoreó que Fuenterrabía , perteneciente a Guipuzcoa, se convertiría en el puerto de Pamplona. Alguien dijo una vez que «ni las mentes calenturientas serían capaces de imaginar la forma de los trajes de baño en una playa navarra».

Por el contrario, la mayor tolerancia se dio en las playas de Barcelona y de San Sebastián. Se puede leer en memorias del Patronato de Protección de la Mujer, en 1944, que las playas más despreocupadas son las barcelonesas y dosnostierras que están «más afectados por las influencias exóticas (de la cercana Francia), con tendencia al desnudismo integral».

Pero ni siquiera la severa reglamentación vigente tranquiliza la conciencia del catolicismo oficial. El padre Aparicio Pellín en su libro de gran éxito «Problemas de juventud, Madrid, 1970»:

¡Ay!, si por cada pecado mortal que en los baños de mar se comete, en la orilla se irguieran una negra cruz, más numerosas serían las cruces que las arenas de la playa.

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