28/03/2024

La moralidad en tiempos de Franco: el baile agarrado

Pasada la guerra, los obispos, gobernadores, párrocos, alcaldes y asociaciones religioso-patrióticas de todo tipo empezaron a tomarse en serio el tema de la moralidad pública. Se promulgaron las llamadas Normas de Decencia Cristiana, con las que se intento transformar la faz externa de nuestra sociedad y reducir el peligro del sexo en la vida de relación hasta extremos realmente cómicos. Una muchacha que fuera un ceñida en su vestimenta provocaba burlas e insultos. «¡Va peor que desnuda!» se oía comentar.

Los prelados, obsesionados por lo que se ha dado llamar «la moral de pantorrilla», reivindicaron como misión específica de su alta jerarquía, fijar la longitud de faldas y mangas en sus respectivas diócesis. Podemos leer en las normas promulgadas en Toledo en los años 40 por el arzobispo doctor Pla y Daniel:

  • Los vestidos no deben ser tan cortos que no cubran la mayor parte de las piernas; no es tolerable que lleguen solo a la rodilla.
  • Es contra la modestia el escote, y los hay tan atrevidos que pudieran ser gravemente pecaminosos por la deshonesta intención que revelan o por el escándalo que producen.
  • Es contra la modestia el llevar manga corta de manera que no cubra el brazo al menos hasta el codo.
  • Es contra la modestia no llevar medias.
  • Aun a las niñas debe llegar la falda hasta las rodillas, y alas que han cumplido doce años deben llevar medias.
  • Los niños no dene llevar los muslos desnudos.

La vigilancia eclesiástica contra las modas «inveracundas»Que no tiene vergüenza se centraba sobre todo en las jóvenes. Pero a veces se fijaba también en lo varones. El pantalón corto de los chicos podía excitar las pasiones de las muchachas espectadoras.

discobolo_mironComo ejemplo ridículo extremo un caso caso acaecido en Las Palmas de Gran Canaria. Unas esculturas colocadas por el Frente de Juventudes en el Estadio de la Juventud de la ciudad reproducían estatuas clásicas de atletas, como el Discóbolo de Mirón. Las esculturas estaban desnudas, lo que según el obispo de la diócesis, monseñor Pildain, era una grave injuria contra la moral. Pidió que se retiraran o que las vistieran. Nadie lo tuvo en cuenta y decidió elevar su protesta al Consejo de Ministro, que tomó nota y archivo la misma.

En las conversaciones se evitaba rigurosamente como nefandosIndigno, torpe, de que no se puede hablar sin repugnancia u horror. vocablos tan corrientes como «amantes» y «homosexual». Con eufemismos o circunloquios se refería la gente al sexo como si fuese algo condenable. Pero el pueblo llano coseguía esquivar, eludir y saltarse a la torera las normas de los curas y de los pazguatos buenistas.

El maquillaje femenino fue condenado duramente. Se negó a las mujeres la tarjeta de fumador, por lo que si querían fumar tenían que recurrir al tabaco de estraperlo. Hubo una lucha encarnizada por convertir a aquellas mujeres que fumaban, poco menos que en «marimachos». Incluso se usaban imágenes en las páginas de las revistas en las que se mostraban imágenes de mujeres fumando y se añadían textos del siguiente tipo con la señora que se puede ver.

La decencia en el vestir persigue a las mujeres hasta límites insospechables. No podían entrar en la misa sin medias y con los brazos al aire, aparte del preceptivo velo. El arzobispo de Burgos en 1957 sentenciaba: «El uso de las medias debe ser imprescindible, porque ir sin ellas es signo de desnudez». Cuando el verano llegaba, las mujeres para no tener problemas con los párrocos locales, llevaban en el bolso unos «manguitos», tipo de mangas supletorias que se ponían poco antes de entrar en el templo. Con cierta frecuencia alguna muchacha despistada entraba en el templo a sin darse cuenta y podía ser expulsada de forma violenta, cosa que ocurría con demasiada frecuencia. Muchas veces eran simples niñas de 11 u 12 años, con lo que el bochorno quienes realmente lo sufrían eran los padres.

A las puertas de las iglesias se colocaron avisos recordando las normas de decencia en el vestir, del siguiente tenorConstitución u orden firme y estable de algo.:

Mediada ya la década de los 60, a la entrada de la abadía de Monserrat unas señoritas colocaban mantillas o faldas a la mujeres que hicieran ademán de entrar en la basílica en manga corta o vistiendo pantalones. A la salida se realizaba un extraño strip-tease consecuencia de lo anterior. A los hombres les afectaba solo al largo de los pantalones. En 1976 se expulso a un adulto, en concreto a un extranjero, de la catedral de Barcelona por portar pantalones cortos, que en ningún momento eran reprochables o indecorosos.

La muchachas que iban a recibir la comunión, en ocasiones se veían rechazadas por llevar un escote amplio, carmín en los labios o mangas cortas. A las niñas educadas en régimen de internado en colegios de religiosas, se les recomendaba velada y vergonzosamente que no comulgarán cuando tenían la regla. En estos centros, las alumnas se acostaban con la luz apagada, y en algunos se las obligaba, que la tendencia era que no lo hicieran, a bañarse o ducharse con el camisón puesto.

habito_del_carmenEn cuanto al vestir existía una costumbre , popularísima en la época, de llevar hábito. En 1939, los más utilizados eran el del Carmen (marrón con cinturón negro, el de la Soledad (negro) y el del Jesús Nazareno (morado con cordones amarillos). Se extendió también una versión masculina: camisa de color morado y cordón amarillo en vez de corbata. En particular recuerdo señoras que hace 40 años iban siempre vestidas de lila o de marrón y yo no sabía porque. Recuerdo que se las enterraba así. Eran sobre todo mujeres mayores solteras o viudas.

Ahora vamos con los «bailes agarrados». Se hacía extensa a todos los bailes modernos, los que no eran ni regionales, ni folclóricos. Las «Normas de Decencia Cristiana» los consideraba un serio peligro para la moral cristiana. Llego a ser considerado uno de los inventos más mortíferos creados por Satanás. Hoy esos bailes nos parecerían bailes de pueblo o en familia. Se suponía que las jóvenes que cruzaban las puertas de un salón de baile estaba manchada, condenada. Y además cargara con toda la culpa de todos los pecados que cometan todos los hombres que la acompañen. En 1957 los obispos, todos hablaron alguna vez de los bailes como algo eludible, de forma clara:

Los bailes modernos, tortura de confesores, virus de las asociaciones piadosas, feria predilecta de Satanás, objetivo muy importante para la acción moralizadora y purificadora del ambiente social que han de realizar las autoridades y las asociaciones que colaboran en la dignificación de las costumbres.

cartel_conra_los_bailesUno de los más destacados defensores de esta cruzada fue el cardenal Segura, arzobispo de Sevilla, que prohibió el culto en los pueblos que se bailaba «agarrado» , aunque fuese en las fiestas patronales. Pero fue más lejos todavía, amenazó a los sacerdotes con la suspensión de sus funciones sagradas si se atrevían a absolver a los que bailaban. Tampoco permitía que la banda que tocaba en las fiestas pudiera tocar en las procesiones o en interior de la iglesia. Pero como a grandes males, grandes remedios acuden a solucionarlo, los sevillanos bailongos decidieron irse fuera de la diócesis de Sevilla y quedar fuera del poder del obispo terrible. Como es de esperar esto solo estaba en poder de realizarlo las clases acomodadas que poseían medios de transporte propios y los señoritos andaluces con sus carruajes. Lo que al final se convertía en un legalismo farisaico.

Uno de los teólogos más interesados en el tema del baile, el padre Jeremías de las Sagradas Espinas, que se paso 23 años estudiando el “problema”. Acumulo todos los conocimientos en un libro que se publicó en 1949 y del que se vendieron 8500 ejemplares, una cifra más que interesante para la época. Y para muestra un botón:

Un acto puede ser ex se (por sí mismo) torpe por doble motivo: sive ex obiecto sive ex modo tangendi (ya sea por el objetivo, ya por el modo de tocar). Son torpes ex obiecto los contactos con las partes torpes, genitales y próximas a ellas, incluso el vientre. Son torpes también ex se por el modo, ex modo tangendi, los contactos que se realizan en las demás partes del cuerpo, cuando existe desorden en el modo. Todo baile en los que se ejecuten esos actos per se inmorales, será también per se gravemente inmoral, según la definición del baile dada por los magnos teólogos… Estos bailes son para divertirse sin fornicar. Son los vals, la polka, la mazurka, el galop, el cotillón, etc. Y henos aquí ya metidos en el tango y su cortejo de inmundicias, no digo hasta las narices, sino hasta la coronilla. Eso son parejas de hombres y mujeres cosidos de pecho y vientre, con la conciencia hecha jirones, embriagándose de lujuria por plazas y calles de día y de noche. En la aldea no se necesitan casas de prostitución. Ellos y ellas satisfacen en el baile agarrado o el parejeo, de día y de noche, en privado o en público, como más gusten, o de todas las maneras, sus concupiscencias sensuales. Todas estas inmoralidades son consecuencia de la pérdida del pudor en el baile agarrado. No se podrán evitar mientras no se le destierre.

Ante el éxito de este libro, puso toda su erudición en la palestra y escribió el libro definitivo en 1964 sobre el peligro del baile: «Juventud en llamas. El baile moderno». Para el Padre Jeremías, el baile agarrado seguía siendo «ejercicio público de lasciva y fornicación», «manantial de carnalidades y públicas desvergüenzas», «encarnación de la carroña moral de los pueblos más degradados». Todo ello porque «el contacto prolongado en la cara, pecho, cintura y vientre son actos que encierran enorme capacidad de las más graves excitaciones sexuales», que el ambiente picaresco y lascivo contribuye a estimular.

Este segundo libro seguro que tuvo mucho más éxito, pero España estaba sumida profundamente en una reforma que dejaba mucho dinero y que traía aires modernos. Era 1964 y comenzaban a desembarcar los primeros turistas que marcarían nuestra economía posterior hasta nuestros días.

En otro capítulo hablaremos de las playas y la moralidad de los trajes de baño. Mientras tanto os dejo con un artículo de mi admirado, a veces, Perez Reverte, en el que se explica de otra forma, más o menos lo mismo que aquí, solo que con un punto de vista bastante más complejo y esclarecedor de todas las religiones en versión extrema a donde suelen llevar.

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