19/03/2024

La medicina y sus engañabobos

En la historia de la medicina, los charlatanes y los ingenuos, que a veces da la casualidad que es la misma persona han sido casi infinitos. Y tenemos ejemplo varios.

remedios

Cálculos en la vejiga
Una inglesa llamada Johanna Stevens, hacía 1739, decía poseer un remedio absoluto para los cálculos de vejiga. Un día aceptó hacerlo público a cambio de 5.000 libras. Algún incauto aportó el dinero y ella exultante pregonó a los cuatro vientos la «Receta de Stevens» que consistía en una mezcla de cáscaras de huevo, jabón y caracoles, a la que se había adicionado con diversas hierbas y plantas.
Uno que curaba la gripe
El doctor prusiano Gustavus KatterfeltoActuó en Londres de 1780 a 1784. La epidemia de gripe generalizada de 1782 lo hizo famoso como curandero, cuando usó un microscopio solar para mostrar imágenes de microbios que creía que eran su causa. Estos «insectos» le proporcionaron el eslogan «¡Maravillas! ¡Maravillas! ¡Maravillas!» que a menudo encabezaba sus anuncios. Dio una conferencia en Piccadilly sobre electricidad , magnetismo y los términos inventados «estiangrafía, palenquismo y artes caprimánticas» para impresionar a su audiencia , El curandero de la Gripe, que alrededor de 1728 se presentó en Londres preparado para curar cualquier estado griposo. Iba en un carruaje y a modo de reclamo llevaba dos negros tocando trompetas y tirando panfletos publicitarios. Sus místicos secretos para la curación consistían en dos gatos negros supuestamente parlanchines, un aparato que se suponía que era un «microscopio solar» con el que afirmaba conseguir ver de tamaño de pájaros a los que causaban la gripe que no eran otros que los insectos.
El Profeta de la Orina
El alemán Theodor Myersbach recordado como el Profeta de la Orina el cual era capaz de hacer una analítica compleja y descifrar los males que aquejaban a sus enfermos con solo examinar sus orines. Lo malo, sobre todo para los analizados, que la fecha estaba alrededor del año 1755 y la tecnología era más bien escasa.
La cama celestial
El escocés James Graham que se auto designa como doctor que era un estafador y timador de primera, supuestamente inventor de máquinas, artilugios y demás instrumentos que servirán para curar, que eran un fraude y por ello un timo. Este buen señor a los 20 años marchó a Philadelphia donde ostentó el título de oftalmólogo. Conoció de primera mano las pruebas experimentales que Benjamín Franklin estaba realizando con la electricidad y comenzó cavilar que esa fuente de energía podría ser la cura de todos los males. Lo que a él le interesaba realmente era la facilidad con la que se podría vender cualquier artilugio relacionado con la electricidad por el desconocimiento de los engañados.

Volvió a Londres y se agenció una mansión que restauró adecuadamente para llevar a cabo sus fechorías. Fundó el «Templo de la Salud y el Himen» donde, como es de suponer, todo estaba orientado a la falta de salud sexual. El timo consiste en un trono en el que los incautos timados se sentaban, se les ponía una especie de corona que producía descargas eléctricas de baja intensidad, a través de las cuales llegaban los efectos sanadores. Para el doctor Graham todo lo que tenía que ver con sexo era, según palabras textuales: «practicar sexo era un acto patriótico y la procreación un deber nacional». Para ello en su mansión se daban charlas, tratamientos estrambóticosExtravagante, irregular y sin orden, remedios magistrales, ungüentos sanadores, etc.. Se podían escuchar y leer apologías sobre los temas más variopintos, eso sí, siempre pagando: contra la maldad oculta en la prostitución y la masturbación, las cuales según él, debían tener pena de cárcel y estar perseguidas por la policía. Imagínense la policía acechando a los pajilleros por los rincones. Sobre los beneficios del uso del agua fría como reactivador de las funciones del aparato reproductor y la higiene de los genitales.

Como todo lo que se vende y envuelve en un halo de pomposidad, la clientela fue volviéndose selecta como clientes se podía leer que acudían con asiduidad y discreción, el Príncipe de Gales, Jorge, Duque de Edimburgo, La Duquesa de Devonhire y buena parte de la alta sociedad londinense que justamente eran los que tenían poder económico para poder pagar los increíbles precios de los tratamientos.

Para hacernos una idea de cómo era el ambiente del local hay que pensar que la música resonaba en todo el templo, además, para disfrute del selecto público varón, había una serie de bellas señoritas pavoneándose por el local, eso sí, semidesnudas, lo que daba cierto empaque de templo griego al asunto. El ambiente se sobrecargaba con aromas orientales quemando en proporción adecuada inciensos traídos a propósito de la India.

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Había, como en todo buen «spa» que se precie hay tratamientos especiales que cuestan un dineral. El primero era una piscina electrificada. Mejor dicho, una gran tina de baño eléctrica y múltiple (por suerte nadie murió electrocutado). Pero este no era el más caro. En 1778 inauguró la impresionante «cama celestial».

Era como dice el nombre una suerte de cama de 4 por 3 metros en la que supuestamente se curaba la infertilidad, sino que además si los niños eran engendrados en la cama los niños serían perfectos, guapísimos. El relleno «milagroso» consiste en crines de caballo escoceses usados para sementales y unos 600 kilos de imanes que según Graham podía ayudar a que el vigor sexual volviera, que la disfunción eréctil se convirtiera en función y como se suponía que los imanes producción vibraciones después del acto amatorio se inducía al relax total. El armazón de la cama se podía adaptar a diferentes posiciones para conseguir facilitar las posturas más convenientes a los amantes. En el cabecero ponía: «Sea fecundo, multiplíquese y llene la tierra».

El mobiliario de la habitación estaba valorado en 12.000 libras de entonces. Había telas con brocados, ornamentos dorados. La cama estaba soportada por 28 columnas de cristal. Había música adecuada a lo que se iba a hacer. Y si no eran demasiado vergonzosos se les podía suministrar «cuatro diosas de la salud» para que bailaran sensualmente mientras la pareja se dedicaba a sus quehaceres.

En los primeros tres meses hubo una afluencia estimada de 11.000 personas, pero la mayoría era para oír las charlas pues el precio de una noche en la cama celestial era de entre 50 y 100 libras dependiendo de los extras. Uno de los consejos que quedó para la posteridad fue el siguiente:

…bañar en champán los genitales del esposo, mientras ellas se someten a baños diarios con descargas eléctricas.

A pesar de tener suficiente clientela que podía pagar por los servicios de su clínica, James Graham en poco tiempo estuvo con las deudas hasta el cuello. En parte se debió a que en sus años de estudiante de medicina se había hecho adicto al éter, y en su edad adulta aspiraba alrededor de una a dos onzas diarias.

Acosado por los acreedores tuvo que deshacerse de sus posesiones y huir en 1784 con su reputación arruinada hacia su natal Edimburgo, donde armó un pequeño templo de la salud con las pocas cosas que pudo rescatar de su antigua clínica.

En julio de 1788, Graham declaró que había «renacido» y renunció a su pasado, a sus famosas terapias con electricidad, pero se dedicó a promocionar los «baños de salud» que no eran más que simples baños de lodo o barro. Ahora aseguraba que los baños con barro contenían el secreto de la inmortalidad, ya que la gente podía absorber todos los nutrientes necesarios de la tierra para vivir eternamente. El mismo juraba haber sobrevivido dos semanas sumergido en el barro sin alimentarse, sólo bebiendo agua.

Graham seguía teniendo clientela, y de todas formas resulta comprensible, ya que sus métodos eran mucho más atractivos que la medicina tradicional de la época, que generalmente se basaba en la aplicación de sanguijuelas e incisiones con las famosas sangrías.

Después de un tiempo se sintió extrañamente lleno de fervor religioso y fundó su propia Iglesia a la que llamó La Nueva Iglesia de Jerusalén, de la cual, aparte de fundador fue único miembro. Tantos años abusando del éter tenían que pasarle la factura, y eso se notó claramente cuando fue perdiendo la cordura, por ejemplo, en su correspondencia ya no firmaba con su nombre, sino como «Siervo del señor y de su maravilloso amor», y había ocasiones en que mientras caminaba por la calle le cogían arrebatos de extrema generosidad y empezaba a regalar la ropa que llevaba puesta a los pobres, llegando a quedarse prácticamente desnudo. En dos ocasiones fue arrestado por este tipo de comportamiento en la calle, que contrariaba a la moral y las buenas costumbres.

Falleció repentinamente en Edimburgo, víctima de un derrame cerebral a la edad de 49 años, y a pesar de sus excentricidades y charlatanería, una publicación suya de 1775 tuvo posterior éxito, ya que llamaron mucho la atención sus extrañas opiniones acerca de la humanidad y de la guerra, sobre la abolición de la esclavitud, la necesaria escolaridad de las mujeres, la dieta y el vegetarianismo, de hecho Graham fue un vegetariano apasionado. La mayor parte de sus opiniones sobre esos temas ahora se han cumplido, y sorprende que, habiendo sido tan visionario y poseedor de una mente tan abierta, se haya dedicado a timar a la gente con sus famosas terapias de salud. En Inglaterra aún persiste el debate en si se trató de un adelantado a su tiempo, o de un simple estafador.

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