El español es un idioma fantástico, tiene algunas de las palabras más bonitas del mundo, pero no va de esto la entrada. Vamos a ver el origen de unas cuantas de ellas, al voleo, que tienen que ver con la actualidad o simplemente por que me apetece. No pasa nada, te divertirás.
El origen de ruffiano es incierto, aunque había que buscarlo en la palabra latina rufus ‘pelirrojo’, una variante de rubeus, ‘rojo’ como en rubio, rubor o rubeola (→birria). Al extenderse durante demasiado tiempo la leyenda en España y Europa de que Judas era pelirrojo, se considero que los pelirrojos eran mentirosas, traidores y gente de mal vivir.
Entre los romanos rufula, significo primero ‘pelirrojo, rubia’ y más tarde ‘prostituta’ (→puta), por la costumbre que tenián esas mujeres de colocarse postizos de pelo rubio. Es posible que se creará una forma rufulanus, de la que habría salido ruffiano, para designar al proxeneta, y tal vez rufulana, y de aquí, ya en español, fulana (→fulano) para hacer referencia a la prostituta, aunque parece más lógico que fulana naciera como el femenino de →fulano, es decir, ‘una cualquiera’.
Trabajo procede de triplaium, ‘tres palos’, un instrumento de tortura que ya existía en el siglo IV, formado por tres maderos cruzados a los que era atado el reo para golpearlo y azotarlo. En la primera mitad del siglo XIII ya encontramos en castellano la forma trebajo con el sentido de ‘esfuerzo, dolor, sufrimiento’. De hecho, aún hoy en español, decimos que alguien ha pasado muchos trabajos para conseguir algo y en catalán de alguien que ha sufrido un desmayo se dice que ha sofert un treball. En este sentido no olvidemos tampoco los trabajos de Hércules y el título de la famosa novela póstuma cervantina Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617). Donde dice «trabajos», léase «esfuerzos, desgracias, sufrimientos». Será a partir del siglo XIV cuando la palabra empiece también a usarse con el significado actual, que acabaría imponiéndose.
No sería tampoco extraño , dada la composición del dulce ─miel y frutos secos─, atribuirle un origen árabe y que hubiera sido elaborado durante la dominación musulmana del Levante español, o traído a esa zona por los árabes. No olvidemos que en la actualidad la provincia de Alicante es la mayor productora de turrón de España. Apoya esta teoría ─aunque tampoco descarta la del origen italiano, dado que el Reino de Valencia también formaba parte de la Corona de Aragón─ un documento fechado en 1484 que se conserva en el archivo del Consejo General de Valencia en el que se ordena que se paguen quince libras a un tal Jaume Doménech, seguramente un confitero, en concepto de ‘torrons d’alegría’ y otras quince libras por los ‘torrons blancs d’avellana’. Queda en el aire, como tantas veces en la ciencia etimológica, la pregunta clave, la del huevo o la gallina: ¿llegaría el turrón de Valencia y Cataluña al Reino de Nápoles o del Reino de Nápoles a Valencia y Cataluña?
En cualquier caso, y aunque sepamos que turrón circula en español ya en el siglo XVI y torró en catalán a finales del XIV, desde antiguo se relaciona el origen del dulce y de la palabra con una historia, entreverada de leyendas, que se remonta a 1640, durante la rebelión de Cataluña, cuando las tropas de Felipe IV (1605-1665) cercaron Barcelona. Las autoridades locales, previendo un largo asedio, que al final duró quince meses, organizaron un concurso para premiar a quien presentase un producto de fácil elaboración, energético y que aguantarse mucho tiempo sin deteriorarse. El concurso, se cuenta, lo ganó un confitero catalán, valenciano según otras versiones, apellidado Turrons, que presentó una pasta de almendras y miel entre dos obleas.
Para añadir confusión a la ya de por sí oscura historia de esta palabra, el escritor alicantino Gabriel Miró (1879-1930) en su obra El libro de Sigüenza (1917) recoge una versión diferente, según la cual el turrón habría sido elaborado por primera vez en 1703, reinando Felipe V (1683-1746), cuando, para paliar los efectos de una epidemia, el gremio de pasteleros y confiteros barceloneses organizó un concurso para premiar el postre más nutritivo y fácil de conservar. Ganaron, según esta versión, los confiteros Pablo Turrons y Pedro Xercavins, que presentaron el dulce que, en recuerdo del apellido del primero, sería llamado turrón.