19/03/2024

Curiosidades interesantes XXXIII

El parto de Julio Cesar
El parto de Julio Cesar no se sabe si fue fácil, difícil, o como demonios fue allá por el año 101, a.C., pero la palabra cesárea no proviene de que a su madre le practicaran la susodicha operación y se aplique desde ese mismo instante en el que él nació. A la operación se la denominaba por aquel entonces sectio caesarea. Por cierto su madre, Aurelia, murió con 70 años de edad, en el año 54 a. C. Y se sabe que todas las mujeres sometidas a la cirugía obstetricia, tipo de medicina que no estaba muy avanzada en tiempo de los romanos, morían después de una cesareotomía. La primera cesárea clásica conocida tras la que la madre vivió fue realizada en 1888 por el doctor Sanger.

cesáreo, a

Del lat. Caesareus; la forma f., del lat. cient. [sectio] Caesarea «[sección] cesárea», por la tradición que contaba que Julio César había nacido de esta manera.

1. adj. Perteneciente o relativo al imperio o a la majestad imperial.

2. f. Operación quirúrgica que se hace abriendo la matriz para extraer la criatura.

La cesárea es una operación tan antigua que la Lex Caesarea, de Numa Pompilio (que gobernó del 715 al 653 a. C.), ordenaba que a toda mujer que muriese a finales del embarazo o durante el parto, sin que hubiese nacido aún, se le extrajese a éste, por un corte (causura) abdominal, a fin de que el niño tuviese la oportunidad de vivir.

Numa Pompilio, según la leyenda, era sabino e introdujo muchos ritos etruscos, decidió al pueblo en maestranzas de artes e instituyo la primitiva religión romana, inagurando cultos a Júpiter y Marte, en un intento de unir las tradiciones romanas y griegas.

En el Evangelio de San Mateo…
En el Evangelio de San Mateo se puede leer la frase «Os los repito: es más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja, que un rico entre en el reino de los Cielos». Esta frase históricamente ha sido un error de traducción que se ha transmitido durante siglos. El error se debe a un traducción equivocada de San Jerónimo (347-420), uno de los cuatro doctores de la Iglesia, padre de las ciencias bíblicas y traductor de la Biblia al latín. El presbítero y ascético San Jerónimo interpretó la palabra kamelos (soga gruesa para amarrar los barcos en los muelles) por camello y desde ese momento la frase se quedó así sin que nadie nunca la haya corregido.
Esparta
En la poderosa ciudad estado de Esparta, situada en la península del Peloponeso, una de los poleis más destacadas junto a Tebas y Atenas, el adulterio se entendía de una manera muy liberal. Los espartanos podían elegir libremente a sus mujeres, pero si esta no reunía las condiciones exigidas por el amante debía pagar una multa. A las mujeres también se les permitía el adulterio siempre que se reuniera una condición: que el amante fuese más alto y fuerte que el marido. La explicación es muy sencilla. A las mujeres se les permita escoger al esposo por su fortaleza y por sus habilidades para la lucha, gracias a ello entre la belleza femenina y la robustez masculina se engendraba una raza superior de hombres y mujeres que sirvieran a la patria.
Un hombre trabajaba…
Un hombre trabajaba en su motocicleta en el patio de su casa de Florida, mientras su esposa estaba en la cocina. El hombre tenía el motor de la motocicleta en marcha, en punto muerto, cuando, accidentalmente, engranó una de las marchas. Sujeto al manillar, el hombre fue arrastrado a través de la puerta de vidrio del patio y, junto con el vehículo, quedó tirado en el suelo, dentro de la casa. La esposa, al oír el estrépito, entró corriendo a la sala y encontró a su marido caído en el suelo, cortado y sangrando, y, a su lado, la motocicleta y la puerta destrozada. Ella corrió al teléfono y llamó a una ambulancia. Como la casa estaba sobre una colina bastante grande, ella tuvo que bajar varios niveles por las escaleras, para guiar a los paramédicos hasta donde estaba su esposo. Después de que la ambulancia trasladara al herido al hospital, la esposa levantó la motocicleta y la llevó fuera de la casa. Como la gasolina se había derramado en el piso, ella trajo varias toallas de papel, secó la gasolina y tiró las toallas al inodoro. El hombre recibió el tratamiento necesario y regresó a su casa. Al llegar, miró la puerta del patio destrozada y los daños sufridos por su motocicleta. Se sintió muy desalentado, entró al baño, se sentó en el inodoro y encendió un cigarrillo. Cuando terminó de fumar, aún sin levantarse, lo dejó caer en el inodoro. La esposa, quien se encontraba en la cocina, oyó una fuerte explosión y los gritos de su marido. Entró corriendo en el baño y halló a su esposo tirado nuevamente en el suelo.

Estaba sin pantalones y mostraba quemaduras en las nalgas, la parte de atrás de sus piernas y las ingles. De nuevo fue corriendo a llamar a la ambulancia. Enviaron al mismo grupo de paramédicos que había venido anteriormente y ella los recibió fuera de la casa. Colocaron al hombre en la camilla y empezaron a llevarlo hacia fuera. Mientras bajaban las escaleras, junto con la esposa, uno de ellos le preguntó cómo se había producido las quemaduras. Ella les contó y los hombres empezaron a reírse tan fuerte que uno de ellos se resbaló y golpeó la camilla, haciendo caer al paciente. Este, rodó por los escalones que faltaban para llegar a la calle y se fracturó el brazo.

Henry Ziegland
En 1893, el empresario maderero tejano Henry Ziegland, de Honey Grove, decidió romper relaciones con su novia, quien, completamente afligida, terminó suicidándose. Al conocer la suerte de su hermana, su enfurecido hermano persiguió a Ziegland hasta su casa, le disparó en el jardín y, creyendo que lo había matado, se quitó la vida. Pero el caso es que Ziegland no había muerto. La bala sólo le había rozado el rostro para terminar alojada en el tronco de un árbol. Veinte años más tarde, en 1913, Ziegland decidió cortar ese mismo árbol, que aún tenía la bala en su interior. El tronco parecía tan formidable que Ziegland decidió acabar antes y volarlo con dinamita. La explosión extrajo la bala de la corteza y la proyectó de nuevo en dirección a Ziegland, al que le alcanzó en la cabeza y le mató.
La última gran batalla
El imperio colonial español el 9 de diciembre de 1824, se produjo la última gran batalla entre independentistas americanos y españoles. Fue la batalla de Ayacucho, en Perú, marcó el final del dominio español en todo el continente suramericano y la que hizo que América comenzara a andar sola.

Hacía más de quince años que el Reino de España batallaba contra los independentistas americanos, y llevábamos clarísimamente las de perder, porque a ver cómo se controla todo un continente a ocho mil kilómetros de distancia. Cuando no se levantaban en México, se levantaban en Venezuela; cuando no, en Chile, y si no, en Argentina. No se daba abasto. El poder lo mantenían contra viento y marea los funcionarios españoles enviados desde la Península, mientras que los nacidos en América, aunque descendientes de españoles y de alta cuna, no pasaban de segundones. En pocas palabras: estaban hartos de no tener nada que decir en la tierra en la que habían nacido; hartos del autoritarismo de la monarquía del Borbón, y hartos de que los cargamentos de plata continuaran saliendo rumbo a España.

Estados Unidos ya se había sacudido el yugo inglés y la Revolución Francesa dejó claro que sin un rey se caminaba más ligero. Ahora bien, aquellos hijos de españoles que se quedaron gobernando América no lo hicieron mejor. Lograron la independencia, pero los indios continuaron sin alcanzar la libertad.

En España se admira…
En Estados Unidos se glorifica el optimismo y la felicidad. Al contrario que los españoles, los estadounidenses presumen de ser optimistas y felices; piensan que con optimismo se puede vencer cualquier adversidad, y que las personas felices tienen más éxito en este mundo e incluso más probabilidades de ir al cielo en el otro.

En España se admira el pesimismo y se venera la queja como el mejor motivo de conversación; reconocer abiertamente que uno es optimista o feliz —aunque sea la pura verdad— no está bien visto, tiene mala prensa y se considera síntoma de ingenuidad o de incultura.

¿Cuánto mides?
En una clase completamente normal con escolares de 11 años completamente normales, hacemos una pequeña encuesta entre algunos niños: ¿Cuánto mides? Lea: 1,60 metros. Nina: 1,48. Luisa: 1,55. Y Jan: 1,61. Los niños parecen crecer cada vez más, no hay duda. De hecho lo demuestra también la estadística: las chicas de 13 años tienen una estatura media de 158,2 centímetros, como resulta de las mediciones de la Universidad de Jena. En cambio, hace ciento veinte años las chicas solo llegaban a 142,5 centímetros a esa edad.

Los adultos han crecido también. Los varones alemanes en torno a los 25 años alcanzan 181 centímetros como media; las mujeres, 168 centímetros. Para ambos sexos, esto significa un aumento de estatura de unos 10 centímetros en los últimos cien años. Sin embargo, en la bibliografía especializada las cifras exactas varían mucho. Unos investigadores calculan un aumento de 15 centímetros y otros de solo 9 centímetros. El motivo: los datos de épocas pasadas son muchas veces escasos, sobre todo en lo referente a las mujeres. Y solo desde mediados del siglo XIX hay series de mediciones más o menos fiables con respecto a los hombres, principalmente reclutas.

El estirón que ha dado la población tiene ante todo, en opinión de los antropólogos, dos causas: una alimentación más sana y una mejor asistencia médica. «Los niños padecen enfermedades graves con mucha menos frecuencia que antes. Por tanto pueden emplear en crecer la energía que de otro modo tendrían que dedicar a curarse», dice la antropóloga Christiane Scheffler, de la Universidad de Potsdam. Hay indicios que apoyan la opinión de que las condiciones del entorno son decisivas. Así, se ha observado repetidamente la tendencia opuesta en el pasado: los niños volvieron a crecer menos cuando las condiciones de vida empeoraron. La última vez que esto sucedió fue después de 1945. Los niños de la posguerra medían unos 2 centímetros menos que la generación que creció antes de la guerra.

Pero el aumento de estatura también acarrea problemas, por ejemplo para la industria del vestido. A muchas personas ya no les sirven las tallas clásicas de la ropa confeccionada. Por eso se están realizando actualmente proyectos de medición con miles de ciudadanos. Primer resultado: las piernas han aumentado desproporcionadamente en longitud. Y segundo: el final del crecimiento está cerca. En muchos países ya se ha hecho más lento, en Estados Unidos se ha detenido.

Los científicos piensan que los responsables de ello son los genes. Según su teoría, los genes fijan a cada persona un límite máximo de aumento de estatura. En condiciones de vida óptimas, este margen genético se puede utilizar entero, pero no superar. Los genes son, además, los que hacen que determinados grupos de población muestren un crecimiento diferente aunque vivan en unas condiciones más o menos iguales. Por ejemplo, los varones alemanes son más bajos que los holandeses, pero más altos que los franceses. Por otra parte, los suecos sobrepasan a los italianos. En conjunto se puede establecer una tendencia a la baja de oeste a este y de norte a sur.

Pero sea cual sea el verdadero motivo por el que en muchos países los niños crecen cada vez más, lo cierto es que ser alto se considera atractivo, al menos en los hombres. Los tipos altos gustan más a las mujeres e incluso tienen mejores oportunidades profesionales.

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